Prensa argentina destaca que River Plate no gana en la altura desde hace diez años (Link)

Con los ojos en todos los continentes. Así anda River , un club que se acostumbró a mirar hacia afuera desde que Marcelo Gallardo tomó las riendas del plantel. Contempla a corto, mediano y largo plazo, entre lo terrenal y el ensueño. Con los pies en el suelo, planifica el desquite de este miércoles con Liga Deportiva Universitaria , partido por los octavos de final de la Copa Sudamericana , el trofeo con el que empezó la historia, los festejos en continuado; si alza la mirada, se proyecta en Japón, sede del Mundial de Clubes, en diciembre próximo, pero también en Oceanía y África, de donde pueden surgir los posibles rivales en las semifinales del certamen intercontinental. Imposible no visualizar Europa, más precisamente a Barcelona: medirse con los catalanes en el encuentro definitorio es la ilusión de todos. Pero el presente está en esta ciudad, que fue declarada, hace 37 años, patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco para preservar el estilo colonial del centro Histórico, y en los 2850 metros sobre el nivel del mar, esa altura que tantos fantasmas provoca en la cabeza de los futbolistas argentinos.

Si el centro histórico, con su arquitectura que empieza en el siglo VXI, de plazas de material volcánicos, monasterios, conventos e iglesias góticas y barrocas seduce a los visitantes durante el día, aquellos que llegan en plan de turistas también se maravillan con La Mariscal, sobre el centro-norte, zona de ritmo, sabor y diversión, en el que conviven el estilo bohemio, tradicional y moderno en los restaurantes, bares, cafeterías.

Pero para River existe un solo escenario: el estadio Casa Blanca, sobre la avenida John F. Kennedy, que también tiene sus particularidades: construido en dos años -se comenzó a trabajar el 1° de marzo de 1995 y se inauguró el 6 de marzo de 1997-, a un costo de 16 millones de dólares, resultó el sueño del presidente Rodrigo Paz Delgado, que hizo traer semillas de Francia para el césped. La ambición de presentar un terreno de jerarquía y la manía por conservar sin adulteraciones el césped hicieron que durante el primer año, aquellos que iban a pisar la cancha (jugadores, trabajadores, dirigentes) debieran lavar el calzado para no contaminar con semillas extrañas. ¿Lujos? Sí, las 442 suites con capacidad para 4316 espectadores; palcos para 2906 simpatizantes, un estacionamiento para 1280 vehículos. ¿Excentricidades edilicias? También, como la construcción de una capilla.

Ahí, en esa cancha, River tendrá que refrendar los dos goles de diferencia conseguidos en el Monumental (ganó 2-0), y así preservar el sueño de revalidar el título de campeón; ahí deberá espantar los fantasmas de la altura, un síndrome que, históricamente, mucho daño les provoca a los millonarios. Ahí trabajará para apaciguar el entusiasmo que envuelve a los hinchas de Liga Deportiva Universitaria, que inflan el pecho tras la goleada 5-1 del equipo en el campeonato ecuatoriano, en el que marcha primero. Es el certamen local la meta; así lo hizo saber el argentino Luis Zubeldía, un entrenador que empezó su trayecto con mal pie: desde una sanción de dos mil dólares hasta un castigo por seis meses, por agredir a un árbitro. Hoy, puntero y a paso firme, los hinchas que antes lo observaban de reojo fueron cambiando y hasta resaltan el gesto del DT de continuar en el cargo a pesar de la jugosa oferta de León, de México.

Las estadísticas y los récords están para ser quebrados, y en esa materia se focalizará el equipo que dirige Gallardo. Difícilmente, en lo previo, el Muñeco realice menciones sobre la complejidad que genera la altitud: fue la receta que empleó antes de la final de la Copa Libertadores, en Monterrey, donde el calor agobiaba; desde el discurso, buscó que el jugador no pensara ni se condicionara por ese rival ajeno al fútbol.

River corre con una enorme desventaja en los números, es cierto. En el nuevo milenio, en la altura apenas salió victorioso en una oportunidad. También logró dos empates, pero resulta escaso ante las nueve veces que se marchó vacío. Su único festejo se dio en Riobamba, en este país, cuando se impuso 3-2 sobre Olmedo, en el debut de la Copa Libertadores de 2005; fue un triunfo ajustado, después de ir 3-0 en ventaja, y que significó el debut, con un golazo, de Mascherano en la red. Diez años pasaron desde entonces: tres visitas a Quito (derrota 1-2 y empate 1-1 con Liga, en las copas Libertadores de 2005 y 2007, respectivamente; caída 0-2, con El Nacional, por el Grupo 8, de la Libertadores 2006); en 2008, en un partido electrizante, perdió 4-3 con América, en los 2250 metros del estadio Azteca, en la Ciudad de México. Cinco años después, Liga Deportiva de Loja, un club fundado en 1979, se dio el gusto y se impuso 2-1, por los octavos de final de la Copa Sudamericana. El último capítulo, este año, cuando perdió 2-0 con San José, en Oruro. Quizá llegó el momento de, como lo viene haciendo este grupo, reescribir la historia.

 

Tomado de: Cancha Llena