Camisetas blancas, golazos, opiniones, redes, redecillas y retrasos
Las camisetas blancas que lucieron los jugadores de Colombia antes de su último partido en la Copa, los goles que son golazos, las opiniones arbitrales, las redes de las porterías y las redecillas en la cabeza de algún jugador completan parte de la historia de las anécdotas de la Copa América.
Todo ello en partidos en los que el comienzo del juego casi nunca se ha ajustado al horario previsto, lo que ha servido para que el espectador disfrutara del aperitivo del espectáculo que se ha mostrado en las alegres gradas de unos estadios bastante llenos de público.
Varias son las circunstancia caprichosas o poco habituales registradas en el torneo, aunque la de mayor valor por su carga extrafutbolística y simbólica fue la de las camisetas blancas de los colombianos en los prolegómenos de su partido del pasado jueves.
La delegación colombiana se sumó a los millones de ciudadanos que se habían dado cita ese día en la calles de las principales ciudades de Colombia ataviados de blanco para participar en marchas de protesta contra la violencia y el secuestro, tras la muerte de once diputados del departamento del Valle.
Además de por este gesto, la Copa América se ha caracterizado por otras anécdotas mucho más triviales y más relacionadas con el fútbol.
Llama la atención la consideración como golazo por parte de los medios de comunicación y de buena parte de los aficionados para todas la acciones que terminan en gol, sin considerar, como ocurre en otros lugares, que el término golazo se reserva para los goles de calidad extrema y no para los tantos vulgares o poco brillantes.
Da lo mismo el excelente remate del Pablo García o el pase magistral de Riquelme a Messi que un balón rebotado o un gol en propia meta: todos son golazos.
También sorprende el árbitro brasileño Carlos Eugenio Simón, periodista de profesión, que opinó sobre aspectos del juego de la selección de su país, las ausencias de Ronaldinho o Kaká y la necesidad de mejorar tras la derrota en su debut contra México.
La de Simón fue una valoración poco habitual entre los árbitros y más propia de informadores, técnicos o aficionados, que en Venezuela son conocidos como fanaticada.
Las redes de una de las porterías en el partido Brasil-Chile sufrieron desperfectos al final del primero tiempo del encuentro que se apreciaron al principio del segundo, cuyo inicio se demoró por estas circunstancias.
La frente del peruano Israel Zúñiga, tras un fuerte golpe, también sufrió un desperfecto al poco de saltar al terreno de juego en el partido Perú-Bolivia. En este caso no se había roto la red, sino que la redecilla colocada en la cabeza del jugador subsanó las consecuencias del golpe.
Quizá la imagen más inusual haya sido la del colombiano Hugo Rodallega con la camiseta naranja de Miguel Calero, cuando se vio obligado a sustituir al portero de su equipo Robinson Zapata que había sido expulsado.
Zapata, por cierto, no lucía en su espalda su nombre, sino el del ex portero nigeriano Peter Rufai, que jugó entre otros clubes en el Deportivo de La Coruña español, y con el que guarda un cierto parecido físico. Además, en la camiseta que llevaba debajo de la oficial también se leía el nombre de Rufai.
La parte posterior de las camisetas también han protagonizado la Copa en otros momentos como aquel en el que al chileno Álvaro Ormeño se le desprendían letras del nombre o como cuando el venezolano Andrés Rouga se llamaba Ronga en su uniforme.
Que su compatriota Pedro Fernández saltara al terreno de juego con el dorsal 23 en lugar del 22 anunciado en las listas de buena fe, fue otra de las anécdotas de una Copa en la que se anunció que ningún jugador podía llevar un dorsal superior al 22, algo que tampoco cumplió la selección de Estados Unidos.
No es frecuente en cualquier caso que un futbolista se lesione por la potencia en el golpeo a un balón como le ocurrió al argentino Hernán Crespo en el lanzamiento de un penalti ante Colombia, pero menos frecuente es que una situación muy parecida se hubiera producido en el partido inmediatamente anterior.
El guardameta Justo Villar, en el Paraguay-Estados Unidos, se desgarró al darle con fuerza al balón en un saque de puerta.
Durante el partido de Chile ante México el árbitro le dijo al capitán chileno Arturo Sanhueza que se quitará la cadena que llevaba al cuello. El futbolista cumplió la orden con prontitud y se la guardó dentro de una de sus medias.
También hubo momentos en los que el técnico corrió riesgos para algunos innecesarios, como cuando Jorge Vargas salió como sustituto de un compañero a pesar de haber visto con anterioridad una tarjeta amarilla mientras estaba en el banquillo.
¿Qué le habrían dicho al seleccionador de Chile, Nelson Acosta, si poco después de la incorporación al juego Vargas hubiera visto una segunda amonestación?
Todo ello en partidos en los que el comienzo del juego casi nunca se ha ajustado al horario previsto, lo que ha servido para que el espectador disfrutara del aperitivo del espectáculo que se ha mostrado en las alegres gradas de unos estadios bastante llenos de público.
Varias son las circunstancia caprichosas o poco habituales registradas en el torneo, aunque la de mayor valor por su carga extrafutbolística y simbólica fue la de las camisetas blancas de los colombianos en los prolegómenos de su partido del pasado jueves.
La delegación colombiana se sumó a los millones de ciudadanos que se habían dado cita ese día en la calles de las principales ciudades de Colombia ataviados de blanco para participar en marchas de protesta contra la violencia y el secuestro, tras la muerte de once diputados del departamento del Valle.
Además de por este gesto, la Copa América se ha caracterizado por otras anécdotas mucho más triviales y más relacionadas con el fútbol.
Llama la atención la consideración como golazo por parte de los medios de comunicación y de buena parte de los aficionados para todas la acciones que terminan en gol, sin considerar, como ocurre en otros lugares, que el término golazo se reserva para los goles de calidad extrema y no para los tantos vulgares o poco brillantes.
Da lo mismo el excelente remate del Pablo García o el pase magistral de Riquelme a Messi que un balón rebotado o un gol en propia meta: todos son golazos.
También sorprende el árbitro brasileño Carlos Eugenio Simón, periodista de profesión, que opinó sobre aspectos del juego de la selección de su país, las ausencias de Ronaldinho o Kaká y la necesidad de mejorar tras la derrota en su debut contra México.
La de Simón fue una valoración poco habitual entre los árbitros y más propia de informadores, técnicos o aficionados, que en Venezuela son conocidos como fanaticada.
Las redes de una de las porterías en el partido Brasil-Chile sufrieron desperfectos al final del primero tiempo del encuentro que se apreciaron al principio del segundo, cuyo inicio se demoró por estas circunstancias.
La frente del peruano Israel Zúñiga, tras un fuerte golpe, también sufrió un desperfecto al poco de saltar al terreno de juego en el partido Perú-Bolivia. En este caso no se había roto la red, sino que la redecilla colocada en la cabeza del jugador subsanó las consecuencias del golpe.
Quizá la imagen más inusual haya sido la del colombiano Hugo Rodallega con la camiseta naranja de Miguel Calero, cuando se vio obligado a sustituir al portero de su equipo Robinson Zapata que había sido expulsado.
Zapata, por cierto, no lucía en su espalda su nombre, sino el del ex portero nigeriano Peter Rufai, que jugó entre otros clubes en el Deportivo de La Coruña español, y con el que guarda un cierto parecido físico. Además, en la camiseta que llevaba debajo de la oficial también se leía el nombre de Rufai.
La parte posterior de las camisetas también han protagonizado la Copa en otros momentos como aquel en el que al chileno Álvaro Ormeño se le desprendían letras del nombre o como cuando el venezolano Andrés Rouga se llamaba Ronga en su uniforme.
Que su compatriota Pedro Fernández saltara al terreno de juego con el dorsal 23 en lugar del 22 anunciado en las listas de buena fe, fue otra de las anécdotas de una Copa en la que se anunció que ningún jugador podía llevar un dorsal superior al 22, algo que tampoco cumplió la selección de Estados Unidos.
No es frecuente en cualquier caso que un futbolista se lesione por la potencia en el golpeo a un balón como le ocurrió al argentino Hernán Crespo en el lanzamiento de un penalti ante Colombia, pero menos frecuente es que una situación muy parecida se hubiera producido en el partido inmediatamente anterior.
El guardameta Justo Villar, en el Paraguay-Estados Unidos, se desgarró al darle con fuerza al balón en un saque de puerta.
Durante el partido de Chile ante México el árbitro le dijo al capitán chileno Arturo Sanhueza que se quitará la cadena que llevaba al cuello. El futbolista cumplió la orden con prontitud y se la guardó dentro de una de sus medias.
También hubo momentos en los que el técnico corrió riesgos para algunos innecesarios, como cuando Jorge Vargas salió como sustituto de un compañero a pesar de haber visto con anterioridad una tarjeta amarilla mientras estaba en el banquillo.
¿Qué le habrían dicho al seleccionador de Chile, Nelson Acosta, si poco después de la incorporación al juego Vargas hubiera visto una segunda amonestación?