Edmilson vuelve a avisar
Xavi Hernández ya las ha calificado de
"fuera de lugar", Andrés Iniesta de "inoportunas" y sus compañeros
de vestuario le pedirán hoy cuentas a José Edmilson, que advirtió a
la opinión pública de la existencia de "ovejas negras" en el
vestuario barcelonista.
No es la primera vez que Edmilson, un atleta de Cristo, un tipo hecho-a-sí-mismo que fue capaz de superar un alcoholismo precoz, denuncia situaciones que considera irregulares en el seno del vestuario, pero al final todo queda en una tormenta en un vaso de agua.
Así ocurrió cuando a principios de año, el brasileño vino a decir a sus compañeros que era preciso pensar más en el fútbol y menos en la fiestas. Después todo el mundo sabe lo que ocurrió: el acomodo del equipo y el casillero de títulos vacío.
Edmilson, que se está recuperando de una grave lesión en la rodilla y finaliza contrato el próximo 30 de junio, no está adscrito a ningún grupito en el vestuario, de ahí que sus declaraciones, que se producen cíclicamente, son un buen termómetro para calibrar las relaciones en el vestuario y no son de las que dejan indiferente.
Seis meses después de que el brasileño pidiera en el fondo "menos samba y más trabajar", el presidente Joan Laporta admitió que todos se habían dejado arrastrar por "la inercia de la autocomplacencia".
Pero ya era demasiado tarde. El propósito de enmienda con vistas a esta temporada no se ha producido. Laporta prometió la creación de una comisión mixta (directiva-jugadores) para tratar determinadas cuestiones de orden privado, de cuya composición no se han tenido más noticias.
Tampoco ha prosperado la aplicación de un código interno, una suerte de decálogo de normas a las que los futbolistas tenían que someterse en todo momento, y la percepción es que el Barça se ha apuntado al principio lampedusiano: "Que todo cambie para que todo siga igual".
Sólo así se entiende que Oleguer Presas llegue tarde a un entrenamiento, después de participar como copiloto en unas pruebas de rallys, o que Rafael Márquez reciba permiso para asistir a una serie de actos publicitarios en su país.
Thierry Henry, que se quedó a entrenar con su selección a pesar de estar sancionado para jugar con Francia; el largo permiso de paternidad del que gozó Deco o la ausencia de buena parte de los pesos pesados de la plantilla y del entrenador durante una recepción de Nelson Mandela en Sudáfrica han sido otros de los episodios que hacen referencia al desgobierno en el seno del equipo y del club.
"Se aplicará con rigor el código de disciplina interno y no se tolerarán comportamientos que falten a la profesionalidad", prometió al término de la pasada temporada Laporta, pero parece que todo está en el mismo punto que entonces.
Edmilson ha alertado nuevamente sobre el mundo que rodea a los futbolistas, el del "dinero, el éxito, la fama, las mujeres y las cosas fáciles", lo que al final hacen que "los verdaderos valores se vayan apartando".
Unos días después de que Deco pidiera que las historias propias del vestuarios no salieran de allí, Edmilson vuelve a poner el dedo en la llaga. La anterior vez nadie le hizo caso y esta vez todos están avisados.
Al final, como siempre, la dictadura del balón acabará decidiendo y se impondrá la lógica de la 'pelotita': si acaba entrando, como ocurrió hace un par de años, todo quedará en una anécdota; si no, se adivina un año de turbulencias en el Camp Nou.
No es la primera vez que Edmilson, un atleta de Cristo, un tipo hecho-a-sí-mismo que fue capaz de superar un alcoholismo precoz, denuncia situaciones que considera irregulares en el seno del vestuario, pero al final todo queda en una tormenta en un vaso de agua.
Así ocurrió cuando a principios de año, el brasileño vino a decir a sus compañeros que era preciso pensar más en el fútbol y menos en la fiestas. Después todo el mundo sabe lo que ocurrió: el acomodo del equipo y el casillero de títulos vacío.
Edmilson, que se está recuperando de una grave lesión en la rodilla y finaliza contrato el próximo 30 de junio, no está adscrito a ningún grupito en el vestuario, de ahí que sus declaraciones, que se producen cíclicamente, son un buen termómetro para calibrar las relaciones en el vestuario y no son de las que dejan indiferente.
Seis meses después de que el brasileño pidiera en el fondo "menos samba y más trabajar", el presidente Joan Laporta admitió que todos se habían dejado arrastrar por "la inercia de la autocomplacencia".
Pero ya era demasiado tarde. El propósito de enmienda con vistas a esta temporada no se ha producido. Laporta prometió la creación de una comisión mixta (directiva-jugadores) para tratar determinadas cuestiones de orden privado, de cuya composición no se han tenido más noticias.
Tampoco ha prosperado la aplicación de un código interno, una suerte de decálogo de normas a las que los futbolistas tenían que someterse en todo momento, y la percepción es que el Barça se ha apuntado al principio lampedusiano: "Que todo cambie para que todo siga igual".
Sólo así se entiende que Oleguer Presas llegue tarde a un entrenamiento, después de participar como copiloto en unas pruebas de rallys, o que Rafael Márquez reciba permiso para asistir a una serie de actos publicitarios en su país.
Thierry Henry, que se quedó a entrenar con su selección a pesar de estar sancionado para jugar con Francia; el largo permiso de paternidad del que gozó Deco o la ausencia de buena parte de los pesos pesados de la plantilla y del entrenador durante una recepción de Nelson Mandela en Sudáfrica han sido otros de los episodios que hacen referencia al desgobierno en el seno del equipo y del club.
"Se aplicará con rigor el código de disciplina interno y no se tolerarán comportamientos que falten a la profesionalidad", prometió al término de la pasada temporada Laporta, pero parece que todo está en el mismo punto que entonces.
Edmilson ha alertado nuevamente sobre el mundo que rodea a los futbolistas, el del "dinero, el éxito, la fama, las mujeres y las cosas fáciles", lo que al final hacen que "los verdaderos valores se vayan apartando".
Unos días después de que Deco pidiera que las historias propias del vestuarios no salieran de allí, Edmilson vuelve a poner el dedo en la llaga. La anterior vez nadie le hizo caso y esta vez todos están avisados.
Al final, como siempre, la dictadura del balón acabará decidiendo y se impondrá la lógica de la 'pelotita': si acaba entrando, como ocurrió hace un par de años, todo quedará en una anécdota; si no, se adivina un año de turbulencias en el Camp Nou.