Federer cerca a Sampras

Enviado por carlosefrain el Dom, 09/09/2007 - 20:54
Roger Federer salió airoso del Centro Nacional de Tenis Billie Jean King de Nueva York, con el último grande en el bolsillo, un puñado de registros nuevos incluidos en su historia, cifras monstruosas de su lado pendientes de batir y ensombreciendo a la leyenda del estadounidense Pete Sampras, cuya condición de mejor raqueta de todos los tiempos se tambalea.

Puede que el tenista helvético, al que se le agotan los alicientes competitivos, deje esa tarea para el año próximo. Si mantiene la progresión, y por edad y situación, está en condiciones de hacerlo; rebasará las cifras que fijó el tenista de Washington. Sampras colgó la raqueta con 64 títulos, catorce de ellos del Grand Slam: dos Abiertos de Australia, siete de Wimbledon y cinco en Estados Unidos. Sólo le faltó Roland Garros, igual que al suizo.

Tras la conquista del cuarto título consecutivo en Nueva York -es el primero en la Era Open en conseguirlo-, Federer totaliza 51 éxitos. Doce de ellos 'major': tres en Australia, cinco en Wimbledon y cuatro en Estados Unidos. A dos del mítico estadounidense, al que ya ha puesto cerco.

Y es que el tope fijado por Pete Sampras y el asalto definitivo a Roland Garros son dos de las pocas motivaciones que el suizo encuentra ya en un circuito donde cada compromiso le sabe a trámite.

Federer solventa cada partido con una suficiencia notable. Permanece asentado en un escalón superior al resto. Soluciona los enfrentamientos en el momento que decide. El triunfo se ha convertido en una cuestión natural para el helvético.

En el Centro Nacional de Tenis Billie Jean King estableció las distancias con el resto. Frenó en seco la irrupción del serbio Novak Djokovic, al que estimulan como alternativa a la cima que él domina.

El balcánico, de veinte años, pasó, sin embargo, a enrolar la relación de derrotados. Uno de tantos que lo intentaron. Igual que el chileno Fernando González, el ruso Marat Safin o su compatriota Nikolay Davydenko, el estadounidense Andy Roddick o el australiano Lleyton Hewitt. Sólo el español Rafael Nadal, también frenado en hierba, es capaz de impedir que el absolutismo del número uno alcance a la tierra batida.

Federer, ha disputado diez finales seguidas del Grand Slam, de las que ha ganado ocho y lleva, hasta ahora 188 semanas consecutivas como número uno del mundo. Números históricos que están en el panorama de este genio de Basilea nacido un 8 de agosto de 1981; dedicado al tenis desde 1998 que acumula a estas alturas más de medio centenar de éxitos como profesional.

Roger Federer comenzó a jugar a tenis a los ocho años de edad. Estimulado por la pasión que generó el trayecto deportivo del alemán Boris Becker o el sueco Stefan Edberg, sus grandes ídolos. Y estimulado por un talento natural para la raqueta que alentaron su interés por la raqueta.

En su etapa júnior fue campeón de Wimbledon en 1998 -batió en la final al georgiano Irakli Labadze y jugó la final del Abierto de Estados Unidos, donde fue batido por el argentino David Nalbandián. También llegó a la semifinal del Abierto de Australia. Eventos del Grand Slam que como profesional no tardó en hacer suyos.

Milán fue su primera buena noticia. Fue, en 2001, su primer éxito. Dos años después de decidir su apuesta definitiva por el deporte como forma de vida. Un año después alimentó su historial con el Masters Series de Hamburgo y los torneos de Sydney y Viena. Al siguiente ya venció en Dubai, Halle, Marsella, Múnich y Viena. Y conquistó su primer grande, Wimbledon y la Copa Masters.

Pero su explosión llegó en el 2004. Se adjudicó tres de los cuatro grandes (Abiertos de Australia y Estados Unidos y Wimbledon) junto a los Masters Series de Canadá, Hamburgo e Indian Wells, además de los torneos de Bangkok, Dubai, Gstaad, Halle y la Copa Masters.

Y prolongó su autoridad en el curso de después, donde repitió en Inglaterra y Estados Unidos, del Grand Slam, más los éxitos en los Masters Series de Cincinnati, Hamburgo, Indian Wells y Miami, más los torneos de Bangkok, Doha, Dubai, Halle y Rotterdam.

Sólo la arcilla de Roland Garros se le resiste. También en el 2006 donde acaba de consolidar su condición de número uno después de ganar Wimbledon, que añade a los triunfos en el Abierto de Australia, Indian Wells, Miami, Doha y Halle.

Un talento innato protege a este tipo de Basilea. Aparentemente al margen del glamour que depara a las grandes estrellas, Federer transita tranquilo alrededor de una convincente normalidad. Ataviado por una media sonrisa permanente, que ni siquiera tuerce sobre la pista de donde sale sin cansancio que delatar.

Al margen de la furia de raquetas como la del australiano Lleyton Hewitt, o del poderío que despide su amenaza Rafael Nadal. O de la contundencia en golpes del estadounidense Andy Roddick, Federer tira de naturalidad para salir al paso de los compromisos.

Elogiado por figuras permanentes del tenis "si alguien quiere ser un tenista, que amolde su juego al de Federer y triunfará", dijo John McEnroe, o "es un poeta en acción", apuntó Becker, el propio Nadal despide admiración cada vez que se refiere al helvético.

Tal es su marginalidad a los cánones establecidos que transitó sin entrenador durante un buen tiempo sin deslucir sus resultados competitivos.

El cuarto Abierto de Estados Unidos le ha puesto de cara a la cima de la historia. Su nombre se equipara al de los más ilustres. Y ha dejado atrás a otros grandes. En nueva York ha cumplido las expectativas que él ha convertido en uno más de los trámites.EFE