Deserciones, la cara más amarga del deporte en Cuba
La deserción de cuatro deportistas en
los Panamericanos de Río ha vuelto a poner de actualidad la cara más
amarga del deporte cubano y uno de los temas más delicados para el
régimen de la isla, que responsabiliza a EEUU y al modelo
capitalista de los abandonos de sus atletas.
El propio Fidel Castro, convaleciente desde hace un año de una grave enfermedad que le mantiene apartado de las tareas de Gobierno, rompió esta semana el silencio oficial sobre las deserciones para acusar de "traición" a los deportistas.
Hasta ahora, se han confirmado las deserciones en Río de los boxeadores Guillermo Rigondeaux y Erislandy Lara Santoya, del jugador de balonmano Rafael Da Costa Capote y del segundo entrenador del equipo de gimnasia, Lázaro Lamelas.
La de Ringondeaux, de 26 años, bicampeón olímpico y mundial de peso gallo, un ídolo entre los aficionados de la isla, ha sido probablemente la decisión que más ha molestado a las autoridades cubanas porque era una de las máximas estrellas de la delegación.
"Sencillamente los noquearon con un golpe directo al mentón, facturado con billetes norteamericanos. No hizo falta conteo alguno de protección", afirmó Castro en un artículo tras conocer las deserciones Rigondeaux y Lara.
"La traición por dinero es una de las armas predilectas de Estados Unidos para destruir la resistencia de Cuba", denunció.
Las deserciones de Río se suman este año a las de dos jugadores de voleibol masculino, en Bulgaria, en mayo, y a las de dos futbolistas que se quedaron en EEUU durante la Copa de Oro de la Concacaf, en junio, de las que no se ha informado oficialmente en la isla.
El asunto sigue siendo prácticamente un tema tabú en Cuba, donde el deporte se considera uno de los mayores logros revolucionarios y se ha sustituido la categoría profesional por un llamado "profesionalismo de Estado" como el que se mantuvo en el bloque soviético.
Los deportistas de la isla perciben un salario en pesos cubanos -que normalmente no supera los 20 dólares mensuales-, que algunos completan con estímulos en divisas y ciertos "privilegios", como el derecho a la propiedad de un coche o una vivienda.
Para evitar las deserciones, que comenzaron a principios de los años 60, poco después del triunfo de la revolución, las autoridades cubanas suelen desplegar fuertes dispositivos de vigilancia en las confrontaciones internacionales.
Aún así, no pudieron evitar los 42 abandonos en los Centroamericanos de 1993, que se celebraron en Ponce (Puerto Rico), ni los 13 de los Panamericanos de Winnipeg (Canadá) en 1999, donde el presidente del Comité Olímpico Cubano, José Ramón Fernández, denunció la presencia de "agentes" dedicados a incitar a los deportistas de su país a la deserción.
La lista de deserciones se estrenó en 1961, en el Campeonato Mundial de Béisbol que se disputó en San José (Costa Rica), donde el entrenador Clemente "Sungo" Carreras y otros dos funcionarios de la delegación optaron por no regresar mientras cuatro de los jugadores fueron fichados para el béisbol profesional.
Cinco años después, la llamada Delegación de la Dignidad que asistió a los X Juegos Centroamericanos y del Caribe en San Juan de Puerto Rico, regresó a La Habana con dos atletas y un entrenador menos.
El mayor volumen de deserciones se registra en el béisbol, debido al trabajo de los llamados "cazatalentos" de las Grandes Ligas y a la calidad de los jugadores cubanos.
El lanzador René Arocha fue uno de los primeros beisbolistas que desertó durante una visita a EEUU preparatoria para los Panamericanos de 1991.
Desde entonces, han sido decenas los jugadores que han probado suerte en el béisbol profesional, en su mayoría en equipos estadounidenses, como los populares hermanos Hernández, Orlando, apodado el "Duke", y Liván; José Ariel Contreras; Kendry Morales, que abandonó la isla en 2004, y el joven Kenny Rodríguez, que desertó en 2005.
Las deserciones entre los boxeadores empezaron más tarde, aunque también han sido frecuentes.
La más sonada se produjo en diciembre de 2006, cuando tres campeones olímpicos desertaron en Venezuela atendiendo a proposiciones de promotores alemanes.
Algunos de los más reconocidos voleibolistas cubanos han buscado también su futuro fuera de la isla, como Javier González, que se quedó en Italia en 2005, siguiendo los pasos de seis compañeros suyos que habían desertado en 2001 en Bélgica para hacer carrera en la liga italiana.
El propio Fidel Castro, convaleciente desde hace un año de una grave enfermedad que le mantiene apartado de las tareas de Gobierno, rompió esta semana el silencio oficial sobre las deserciones para acusar de "traición" a los deportistas.
Hasta ahora, se han confirmado las deserciones en Río de los boxeadores Guillermo Rigondeaux y Erislandy Lara Santoya, del jugador de balonmano Rafael Da Costa Capote y del segundo entrenador del equipo de gimnasia, Lázaro Lamelas.
La de Ringondeaux, de 26 años, bicampeón olímpico y mundial de peso gallo, un ídolo entre los aficionados de la isla, ha sido probablemente la decisión que más ha molestado a las autoridades cubanas porque era una de las máximas estrellas de la delegación.
"Sencillamente los noquearon con un golpe directo al mentón, facturado con billetes norteamericanos. No hizo falta conteo alguno de protección", afirmó Castro en un artículo tras conocer las deserciones Rigondeaux y Lara.
"La traición por dinero es una de las armas predilectas de Estados Unidos para destruir la resistencia de Cuba", denunció.
Las deserciones de Río se suman este año a las de dos jugadores de voleibol masculino, en Bulgaria, en mayo, y a las de dos futbolistas que se quedaron en EEUU durante la Copa de Oro de la Concacaf, en junio, de las que no se ha informado oficialmente en la isla.
El asunto sigue siendo prácticamente un tema tabú en Cuba, donde el deporte se considera uno de los mayores logros revolucionarios y se ha sustituido la categoría profesional por un llamado "profesionalismo de Estado" como el que se mantuvo en el bloque soviético.
Los deportistas de la isla perciben un salario en pesos cubanos -que normalmente no supera los 20 dólares mensuales-, que algunos completan con estímulos en divisas y ciertos "privilegios", como el derecho a la propiedad de un coche o una vivienda.
Para evitar las deserciones, que comenzaron a principios de los años 60, poco después del triunfo de la revolución, las autoridades cubanas suelen desplegar fuertes dispositivos de vigilancia en las confrontaciones internacionales.
Aún así, no pudieron evitar los 42 abandonos en los Centroamericanos de 1993, que se celebraron en Ponce (Puerto Rico), ni los 13 de los Panamericanos de Winnipeg (Canadá) en 1999, donde el presidente del Comité Olímpico Cubano, José Ramón Fernández, denunció la presencia de "agentes" dedicados a incitar a los deportistas de su país a la deserción.
La lista de deserciones se estrenó en 1961, en el Campeonato Mundial de Béisbol que se disputó en San José (Costa Rica), donde el entrenador Clemente "Sungo" Carreras y otros dos funcionarios de la delegación optaron por no regresar mientras cuatro de los jugadores fueron fichados para el béisbol profesional.
Cinco años después, la llamada Delegación de la Dignidad que asistió a los X Juegos Centroamericanos y del Caribe en San Juan de Puerto Rico, regresó a La Habana con dos atletas y un entrenador menos.
El mayor volumen de deserciones se registra en el béisbol, debido al trabajo de los llamados "cazatalentos" de las Grandes Ligas y a la calidad de los jugadores cubanos.
El lanzador René Arocha fue uno de los primeros beisbolistas que desertó durante una visita a EEUU preparatoria para los Panamericanos de 1991.
Desde entonces, han sido decenas los jugadores que han probado suerte en el béisbol profesional, en su mayoría en equipos estadounidenses, como los populares hermanos Hernández, Orlando, apodado el "Duke", y Liván; José Ariel Contreras; Kendry Morales, que abandonó la isla en 2004, y el joven Kenny Rodríguez, que desertó en 2005.
Las deserciones entre los boxeadores empezaron más tarde, aunque también han sido frecuentes.
La más sonada se produjo en diciembre de 2006, cuando tres campeones olímpicos desertaron en Venezuela atendiendo a proposiciones de promotores alemanes.
Algunos de los más reconocidos voleibolistas cubanos han buscado también su futuro fuera de la isla, como Javier González, que se quedó en Italia en 2005, siguiendo los pasos de seis compañeros suyos que habían desertado en 2001 en Bélgica para hacer carrera en la liga italiana.