El mítico Maracaná le abre las puertas a la Sub 18 por el oro panamericano
Los estadios de fútbol tienen vida propia: se entristecen con las derrotas, explotan de alegría con los triunfos, adoran a los "dueños" de la pelota, vibran con los goles, recelan de los engreídos y respetan a los humildes.
Los estadios son templos, catedrales o santuarios, canchas gafadas o invencibles, lugares de reunión de devotos y de fanáticos, escenarios de amistades o de riñas, saunas colectivas o cámaras de refrigeración, en ellos soplan los vientos y se congelan los ánimos.
También son reinos de "bestias negras" y teatros donde amenaza el el "miedo escénico", un virus que provoca temblores en las piernas, paraliza la mente e infunde una sensación tal de resignación que algunos jugadores renuncian a ganar.
Hay aficionados que confunden el césped con el jardín de su casa y plantan enormes cabezas de ajos y entierran sapos para ahuyentar a los malos espíritus o para animarlos a surgir de sus escondites.
Los estadios son plazas de debates surrealistas. ¿Cómo es posible que una misma jugada pueda contemplarse con miradas tan dispares?. "Penalti clarísimo", dicen unos; "Puro cuento, ni siquiera le tocó", responden otros.
Los estadios soportan bien todas estas particularidades, pero lo que llevan muy mal es la falta de respeto.
En vísperas de la final panamericana entre Ecuador y Jamaica, Maracaná, sí, Maracaná, está advirtiendo que no tolerará que se falte al respeto a estas dos humildes selecciones.
Maracaná seguramente esperaba un duelo "clásico" sudamericano en la final, obviamente con Brasil en el campo, pero, en la sombra, llegó la "Tri", ganó en la fase de grupos por 4-2 para eliminar al el equipo "canarinho".
Ecuador no contaba con este premio. De hecho, tenían los billetes de regreso listos para el pasado lunes, según reconoció su técnico, Sixto Vizuete. Mañana, sus héroes estarán en la final en Maracaná para soñar con el oro panamericano. Sería el primer gran título de la historia futbolística del país.
Ahora su ambición no tiene límites. "Queremos el oro", asegura Vizuete.
Su ataque, con nueve goles, es el mejor del torneo, aunque el de los "Reggae boys" tampoco se queda atrás, con siete anotados y Kemmar Daley como artillero del torneo, con cuatro. Sin olvidar que mantiene su portería a cero.
Los jóvenes jugadores de ambos equipos sólo piensan en marcar en Maracaná, una sensación que ya vivió Carlos Delgado al anotar el gol a Bolivia que valió el acceso a la final panamericana.
"Marcar un gol en Maracaná no se siente, se vive", afirma Delgado.
Jamaica, cuyo mejor resultado internacional fue el quinto puesto en Winnipeg 1999, conquistó el billete para la final en la lotería de los penales. Empató a cero con México y Maracaná prefirió regalarle la suerte (5-4).
Esta final panamericana inédita entre dos selecciones humildes vale para Maracaná tanto como un "clásico" sudamericano. Hicieron méritos para ser finalistas y por el camino se fueron quedando Argentina, Brasil, Colombia y México, equipos de mayor nivel futbolístico.
Maracaná sabe que el nivel hay que demostrarlo en el terreno de juego y eso es lo que hicieron Ecuador y Jamaica. Los humildes también tiene derecho a la gloria.