Brasil ha ido de menos a más y ha impuesto mentalidad ganadora.
Brasil, que llegó a la Copa América sin estrellas como Ronaldinho o Kaká y tuvo un mal comienzo con una derrota ante México, ha venido de menos a más en la competición y ha entrado en la final gracias a su mentalidad ganadora que hace que los jugadores respondan justo en los momentos clave.
Eso se vio, ante todo, en la definición por penaltis de la semifinal ante Uruguay cuando los brasileños fueron quienes supieron mantener los nervios bajo control y decidir a su favor el pase a la final ante un equipo que por momentos había sido mejor en el terreno de juego.
La primera fase de los brasileños fue decepcionante. Tras la derrota ante México vino una victoria clara ante Chile -en la que el juego y los goles brasileños dependieron por completo de Robinho- y luego el triunfo final ante Ecuador en el que no sólo Robinho sino también el árbitro central Sergio Pezzota fue decisivo en el resultado.
Brasil había llegado a cuartos arrastrándose y -en un país que no acepta segundos ni terceros lugares y que siempre quiere ganar, gustar y golear- eso era algo que generaba más que inquietud, sin que el entorno brasileño estuviera dispuesto a concederle rebaja al seleccionador Carlos Dunga por el hecho de no haber podido traer a todas sus estrellas.
En cuartos, ante Chile, se ganó y se goleó. El 6-1 fue contundente y con un marcador así es además difícil que no se guste. A partir de ese momento, el mundo de Brasil parecía estar otra vez en orden sin importar que el rival hubiese sido un equipo lleno de problemas y a punto de desgarrarse por líos disciplinarios.
Luego vino la semifinal ante Uruguay en el calor de Maracaibo y el Brasil de Dunga se encontró con un rival duro, que en ningún momento bajó los brazos y que, tras haber estado dos veces por debajo en el marcador, terminó empatando y llevando el partido a la definición por penaltis.
En ese partido, Brasil tuvo momentos bajos y fases fuertes y, sobre todo, mostró que tenía, pese a haber venido a Venezuela con muchos jugadores sin mayor experiencia internacional, el oficio necesario para sortear pasajes difíciles en un compromiso en el que no se podía perder.
Para Dunga, esa es la clave en un torneo: saber afrontar los momentos en los que las cosas no funcionan. Las dudas acerca del potencial futbolístico de su equipo y la pregunta acerca de si Argentina y México no están mostrando mayor calidad no parecen preocuparle al seleccionador brasileño.
Si están o no por encima de nosotros es algo que se verá en la final, ha dicho Dunga, quien tampoco quiso romperse la cabeza acerca de los jugadores que no pudo traer a Venezuela.
Tengo que trabajar con los jugadores que están aquí, dice Dunga encogiéndose de hombres ante la pregunta sobre los que faltan que se le ha formulado reiteradamente.
De los que están algunos han cumplido -Robinho es el caso más claro pero también habría que hablar otros como Maicon o Julio Baptista- y otros han estado por debajo de sus posibilidades.
La gran decepción tal vez haya sido Diego, a quien se le ha dado el honor de llevar en la espalda el mismo número que llevó Pelé y venía de ser considerado el mejor jugador de la Bundesliga pese a lo cual, tras empezar como titular, ha terminado ocupando un lugar en el banquillo de suplentes.
Dunga, sin embargo, cree que en general el equipo que trajo ha ido creciendo a lo largo del torneo y que en el futuro inmediato eso beneficiará a la canarinha.
Ahora, queda un partido en el que Brasil llegará seguramente con la ventaja de no ser claramente favorito, sobre todo si el rival es Argentina que trajo a su mejor equipo posible.
Lograr el título de la Copa América, habiendo traído una especie de equipo alterno sería algo que reforzaría enormemente la confianza de los brasileños frente a las tareas por venir. Y, pase lo que pase, en el futuro inmediato Dunga ahora tendrá en sus convocatorias más posibilidades de elegir quien acompaña a los incuestionables como Ronaldinho y Kaká.