Doni, o el destino de un portero en poco más de hora y media
Los porteros brasileños casi nunca han sido los consentidos de la torcida. Su destino muchas veces es difícil y en ocasiones cruel. El caso emblemático es del Barbosa, que tuvo que arrastrar hasta su muerte el estigma de haber estado en la portería el día del Maracanazo, cuando Uruguay le arrebató a Brasil un título mundial que creía seguro.
Hoy, en el estadio Pachencho Romero de Maracaibo, el rival de Brasil era otra vez Uruguay y Brasil no le ganaba en el tiempo reglamentario desde hacía ocho años. El portero brasileño era Doni. Y aunque no se jugaba en Río el público estaba con la canarinha y Brasil parecía local.
Las cosas empezaron bien para Brasil sin que Doni al comienzo tuviera nada que ver. Un gol de Maicon puso a los pentacampeones del mundo en ventaja en el minuto 13, luego vino una interrupción por un corte de luz y después vino una fase en la que Doni fue protagonista.
Al comienzo, parecía que iba camino a convertirse en héroes. Primero, mandó al saque de esquina un disparo de Diego Forlán que llevaba el sello de gol, luego evito que el mismo Forlán marcará un saque de esquina directo al reaccionar oportunamente y después dio muestras de grandes reflejos al parar un zapatazo de Alvaro Recoba cuando los uruguayos ya se preparaban para celebrar.
El héroe, sin embargo, sobre todo cuando es un portero, puede convertirse siempre rápidamente en villano. Y el empate uruguayo fue una jugada de la que puede responsabilizarse casi enteramente a Doni.
Vino un centro, éste llegó a Doni y Donio puñeteó débil y hacia el centro del área. Allí estaba Forlán que marcó sin problemas. Era el primer error de Doni que poco antes había salvado a su equipo dos veces del empate.
El empate, sin embargo, había llegado y sobre el meta brasileño se cernía la amenaza de que todo el trabajo de antes se olvidará. Y el rival era Uruguay y Doni podía convertirse en un nuevo Barbosa.
A veces, sin embargo, el destino de un portero depende ante todo de lo que hagan sus otros compañeros. No sólo sus compañeros de defensa, sin lo cuales un portero es un pobre ser desamparado, sino también sus compañeros de ataque.
A Félix, el portero de Brasil en 1970, le marcaron goles increíbles. Pero nadie se acuerda porque Pelé, Rivelino, Tostao, Jairzinho y todos los otros siempre se encargaban de hacer un gol más que el rival.
Hoy, fue Julio Baptista el que antes de que se acabara el primero tiempo hizo el segundo gol de Brasil lo que le permitía a Doni tener la esperanza de que el balón que soltó para que Forlán marcara terminara siendo una anécdota sin importancia.
En el segundo tiempo, sus defensas parecieron portarse mejor con Doni. A diferencia de lo que había ocurrido en el primer tiempo, Doni no tuvo que apagar incendios. Hacia el minuto 24 de la segunda parte, su único trabajo había sido cortar sin problemas un balón aéreo.
Del resto, parecía un espectador más que se paseaba por su propia área y estudiaba el partido con mirada distante. Pero poco después Uruguay llegó, por primera vez en la segunda parte, y fue gol.
La segunda vez Doni tuvo poca culpa. Tal vez pueda decirse que se quedó a medio camino a la hora de cortar el centro que venía desde la izquierda y que terminó convirtiéndose en el gol de Sebastin Abreu. Pero el problema principal era que el error del primer gol volvía a ser un tema y las dos paradas geniales ante Recoba y Forlán dejaban de serlo.
El tiempo reglamentario pasó y vino la lotería de los penaltis y ahí, para bien o para mal, Doni iba a ser otra vez protagonista. Porque en una definición por penaltis uno de los dos porteros siempre es el que gana.
Doni fue el primero de los dos porteros en irse caminando hacia la portería. Lo hizo muy despacio, pero fue al uruguayo Fabián Carini al que le tocó empezar. Robinho cobró y marcó y dejó a Doni con la posibilidad de poner en ventaja a su equipo.
Y Doni no falló sino que se atravesó oportunamente en el disparo de Forlán. La tanda siguió y ambos marcaban. Con tres cobros cada uno el marcador estaba 3-2 a favor de Brasil. Pero ahí Afonso lanzó su penalti contra el palo y Christian Rodríguez empató.
En el gesto de Doni se vio cierta desazón. Luego Diego marcó y a Doni le quedó la opción de definir el pase a la final. Abreu, sin embargo, lo venció con un sombrerito y Doni, desesperado, tomó el balón y lo golpeó contra un poste.
Al otro poste fue el disparo de Fernando y ahora Doni estaba contra la pared. Tenía que parar ante Pablo García o olvidarse de la final. No paró, pero esta vez el poste lo salvó.
El siguiente penalti fue el de Doni. Gilberto había marcado y Doni paró ante Diego Lugano. Los uruguayos protestaron pero el árbitro validó el lanzamiento y el portero había terminado como héroe un partido de altas y bajas del que al final sólo se recordarán sus virtudes.
Hoy, en el estadio Pachencho Romero de Maracaibo, el rival de Brasil era otra vez Uruguay y Brasil no le ganaba en el tiempo reglamentario desde hacía ocho años. El portero brasileño era Doni. Y aunque no se jugaba en Río el público estaba con la canarinha y Brasil parecía local.
Las cosas empezaron bien para Brasil sin que Doni al comienzo tuviera nada que ver. Un gol de Maicon puso a los pentacampeones del mundo en ventaja en el minuto 13, luego vino una interrupción por un corte de luz y después vino una fase en la que Doni fue protagonista.
Al comienzo, parecía que iba camino a convertirse en héroes. Primero, mandó al saque de esquina un disparo de Diego Forlán que llevaba el sello de gol, luego evito que el mismo Forlán marcará un saque de esquina directo al reaccionar oportunamente y después dio muestras de grandes reflejos al parar un zapatazo de Alvaro Recoba cuando los uruguayos ya se preparaban para celebrar.
El héroe, sin embargo, sobre todo cuando es un portero, puede convertirse siempre rápidamente en villano. Y el empate uruguayo fue una jugada de la que puede responsabilizarse casi enteramente a Doni.
Vino un centro, éste llegó a Doni y Donio puñeteó débil y hacia el centro del área. Allí estaba Forlán que marcó sin problemas. Era el primer error de Doni que poco antes había salvado a su equipo dos veces del empate.
El empate, sin embargo, había llegado y sobre el meta brasileño se cernía la amenaza de que todo el trabajo de antes se olvidará. Y el rival era Uruguay y Doni podía convertirse en un nuevo Barbosa.
A veces, sin embargo, el destino de un portero depende ante todo de lo que hagan sus otros compañeros. No sólo sus compañeros de defensa, sin lo cuales un portero es un pobre ser desamparado, sino también sus compañeros de ataque.
A Félix, el portero de Brasil en 1970, le marcaron goles increíbles. Pero nadie se acuerda porque Pelé, Rivelino, Tostao, Jairzinho y todos los otros siempre se encargaban de hacer un gol más que el rival.
Hoy, fue Julio Baptista el que antes de que se acabara el primero tiempo hizo el segundo gol de Brasil lo que le permitía a Doni tener la esperanza de que el balón que soltó para que Forlán marcara terminara siendo una anécdota sin importancia.
En el segundo tiempo, sus defensas parecieron portarse mejor con Doni. A diferencia de lo que había ocurrido en el primer tiempo, Doni no tuvo que apagar incendios. Hacia el minuto 24 de la segunda parte, su único trabajo había sido cortar sin problemas un balón aéreo.
Del resto, parecía un espectador más que se paseaba por su propia área y estudiaba el partido con mirada distante. Pero poco después Uruguay llegó, por primera vez en la segunda parte, y fue gol.
La segunda vez Doni tuvo poca culpa. Tal vez pueda decirse que se quedó a medio camino a la hora de cortar el centro que venía desde la izquierda y que terminó convirtiéndose en el gol de Sebastin Abreu. Pero el problema principal era que el error del primer gol volvía a ser un tema y las dos paradas geniales ante Recoba y Forlán dejaban de serlo.
El tiempo reglamentario pasó y vino la lotería de los penaltis y ahí, para bien o para mal, Doni iba a ser otra vez protagonista. Porque en una definición por penaltis uno de los dos porteros siempre es el que gana.
Doni fue el primero de los dos porteros en irse caminando hacia la portería. Lo hizo muy despacio, pero fue al uruguayo Fabián Carini al que le tocó empezar. Robinho cobró y marcó y dejó a Doni con la posibilidad de poner en ventaja a su equipo.
Y Doni no falló sino que se atravesó oportunamente en el disparo de Forlán. La tanda siguió y ambos marcaban. Con tres cobros cada uno el marcador estaba 3-2 a favor de Brasil. Pero ahí Afonso lanzó su penalti contra el palo y Christian Rodríguez empató.
En el gesto de Doni se vio cierta desazón. Luego Diego marcó y a Doni le quedó la opción de definir el pase a la final. Abreu, sin embargo, lo venció con un sombrerito y Doni, desesperado, tomó el balón y lo golpeó contra un poste.
Al otro poste fue el disparo de Fernando y ahora Doni estaba contra la pared. Tenía que parar ante Pablo García o olvidarse de la final. No paró, pero esta vez el poste lo salvó.
El siguiente penalti fue el de Doni. Gilberto había marcado y Doni paró ante Diego Lugano. Los uruguayos protestaron pero el árbitro validó el lanzamiento y el portero había terminado como héroe un partido de altas y bajas del que al final sólo se recordarán sus virtudes.