Pablo García, el gol más bello para el hombre más recio
El centrocampista uruguayo Pablo García, uno de los hombres más recios del panorama futbolístico mundial, ha entrado en la historia de la actual edición de la Copa América por la belleza del gol que marcó en cuartos de final ante Venezuela, el más bonito y de más calidad de los logrados hasta el momento en el torneo.
Aunque Pablo García no vino a la Copa América a marcar goles, este jugador cuenta en su colección particular con anotaciones excelentes tanto en su etapa de juvenil como en el profesionalismo y todos los clubes en los que jugó.
García vino a la Copa para dar equilibrio al centro del campo del la selección uruguaya, taponar la creación de los centrocampistas rivales y hacer más sencillo el trabajo de compañeros como Lugano, Scotti, Darío Rodríguez o Godín, que tienen una póliza de seguros a todo riesgo con la presencia de García por delante.
Sin embargo, la eficiencia mostrada hasta mitad de la segunda parte del encuentro ante Venezuela tuvo la guinda en un remate excepcional con la zurda que se coló por la escuadra de la meta del venezolano Renny Vega. El gol era bello, sus consecuencias lo eran más, pues abrían la puerta hacia las semifinales.
Además, este tanto puso en la mente de muchos otros goles importantes de Pablo García, algunos de tanta calidad como el del sábado. Entre ellos se encuentra el que marco hace diez años, en 1997 en Malasia, en la final del campeonato del Mundo sub 20, que Uruguay perdió ante Argentina (1-2).
Fue el primer gol del encuentro en el lanzamiento de una falta directa que dio ventaja a Uruguay pero que no tuvo la utilidad que ha tenido el gol contra los venezolanos.
Pablo García, de 30 años, no tiene que demostrar su calidad como futbolista, aunque nadie niega que ha cobrado más popularidad, sobre todo en España, donde ha jugado en los últimos diez años, por ser uno de los "más duros de la pradera" antes que por exquisito toque con la zurda.
El jugador, que también lleva más de una década en la selección de su país, llegó muy joven a España procedente del Wanderers de Montevideo para jugar en el Atlético de Madrid de donde pasó al Milán, club en el que cubrió una etapa efímera para consolidarse después en Osasuna de Pamplona.
Su trayectoria se completa con la penúltima campaña en el Real Madrid y la recién concluida en el Celta de Vigo.
En su etapa como centrocampista del Real Madrid, su protagonismo mediático creció, ya que empezó a interesar su biografía y, sobre todo, su filosofía futbolística, especialmente sus opiniones relacionadas con la dureza sobre los terrenos de juego.
De la parte personal, quedó claro que si no hubiera sido futbolista, mantendría la profesión que tuvo antes de empezar a jugar y continuaría como panadero en su país.
Sobre su forma del entender el juego siempre afirmó que le gustaba el fútbol recio, que hay que meter la pierna con fuerza y que no le gustan los quejicas.
La timidez que se le supone queda siempre fuera de los terrenos de juego, ya que cuando él está dentro, nunca pasa inadvertido por sus pases, su solidaridad, su valentía, sus faltas, sus protestas y la colección de tarjetas que se contabilizan en su hoja de servicios. "Yo voy a lo mío, Si juego contra mi padre, también lo cagaría", se supone que a patadas, ha llegado a decir.
Pablo García es uno de esos futbolistas que siempre, salvo cuando le expulsan, es mejor que juegue en tu equipo que en el rival. Además, tiene tiempo para la ironía. Cuando jugaba en el Real Madrid lo demostró tras un partido en el que habían expulsado al inglés David Beckham
"No sé lo que le dijo porque Beckham no habla bien el español. Yo creo que a Beckham lo expulsó por ser alto y rubio", afirmó.
Aunque Pablo García no vino a la Copa América a marcar goles, este jugador cuenta en su colección particular con anotaciones excelentes tanto en su etapa de juvenil como en el profesionalismo y todos los clubes en los que jugó.
García vino a la Copa para dar equilibrio al centro del campo del la selección uruguaya, taponar la creación de los centrocampistas rivales y hacer más sencillo el trabajo de compañeros como Lugano, Scotti, Darío Rodríguez o Godín, que tienen una póliza de seguros a todo riesgo con la presencia de García por delante.
Sin embargo, la eficiencia mostrada hasta mitad de la segunda parte del encuentro ante Venezuela tuvo la guinda en un remate excepcional con la zurda que se coló por la escuadra de la meta del venezolano Renny Vega. El gol era bello, sus consecuencias lo eran más, pues abrían la puerta hacia las semifinales.
Además, este tanto puso en la mente de muchos otros goles importantes de Pablo García, algunos de tanta calidad como el del sábado. Entre ellos se encuentra el que marco hace diez años, en 1997 en Malasia, en la final del campeonato del Mundo sub 20, que Uruguay perdió ante Argentina (1-2).
Fue el primer gol del encuentro en el lanzamiento de una falta directa que dio ventaja a Uruguay pero que no tuvo la utilidad que ha tenido el gol contra los venezolanos.
Pablo García, de 30 años, no tiene que demostrar su calidad como futbolista, aunque nadie niega que ha cobrado más popularidad, sobre todo en España, donde ha jugado en los últimos diez años, por ser uno de los "más duros de la pradera" antes que por exquisito toque con la zurda.
El jugador, que también lleva más de una década en la selección de su país, llegó muy joven a España procedente del Wanderers de Montevideo para jugar en el Atlético de Madrid de donde pasó al Milán, club en el que cubrió una etapa efímera para consolidarse después en Osasuna de Pamplona.
Su trayectoria se completa con la penúltima campaña en el Real Madrid y la recién concluida en el Celta de Vigo.
En su etapa como centrocampista del Real Madrid, su protagonismo mediático creció, ya que empezó a interesar su biografía y, sobre todo, su filosofía futbolística, especialmente sus opiniones relacionadas con la dureza sobre los terrenos de juego.
De la parte personal, quedó claro que si no hubiera sido futbolista, mantendría la profesión que tuvo antes de empezar a jugar y continuaría como panadero en su país.
Sobre su forma del entender el juego siempre afirmó que le gustaba el fútbol recio, que hay que meter la pierna con fuerza y que no le gustan los quejicas.
La timidez que se le supone queda siempre fuera de los terrenos de juego, ya que cuando él está dentro, nunca pasa inadvertido por sus pases, su solidaridad, su valentía, sus faltas, sus protestas y la colección de tarjetas que se contabilizan en su hoja de servicios. "Yo voy a lo mío, Si juego contra mi padre, también lo cagaría", se supone que a patadas, ha llegado a decir.
Pablo García es uno de esos futbolistas que siempre, salvo cuando le expulsan, es mejor que juegue en tu equipo que en el rival. Además, tiene tiempo para la ironía. Cuando jugaba en el Real Madrid lo demostró tras un partido en el que habían expulsado al inglés David Beckham
"No sé lo que le dijo porque Beckham no habla bien el español. Yo creo que a Beckham lo expulsó por ser alto y rubio", afirmó.