Mazazo estremecedor
El mazazo de Perú obligó a que los técnicos frustrados (los que no son del clan FEF), sabios de pacotilla, gandules, pelafustanes y agoreros de siempre, salgan de sus madrigueras y afilando las uñas, lancen el zarpazo final (Ecuador eliminado del Mundial de Rusia 2018) para después frotarse las manos, mostrando el espejo del enfermizo egocentrismo con el cual de a poquito liquidaron las ilusiones de los miles de fieles seguidores de la Tricolor.
Fue el mismo Gustavo Quinteros quien dijo que esta selección no merece ir al mundial. El maleficio se cumplió. Los dirigentes de la FEF no tomaron ninguna decisión trascendente y lo que es más explicaron que no lo podían cancelar al boliviano-argentino porque las arcas de la FEF estaban vacías. Y proceder, tal como ameritaba la denigrante acción les hubiera costado un “ojo de la cara”.
Y vino la amnesia del organismo. Se olvidó todo. Después de la equivocada decisión (respaldo a Quinteros) todos mirando al cielo pedían el milagro. Y ahora cuando todo está perdido buscan una solución. Y si llega (cancelación de Director Técnico) lo harán tarde, burlándose de todo un país que siempre solicitó el cambio de un fantoche y embaucador.
Que pasó ante Perú? La respuesta es simple: Nunca hubo un rendimiento parejo y eficaz; nunca se arrastró marcas, faltó peso y las falencias de mostraron en el medio campo y fondo; donde el golero se come los dos goles y riega la fiebre del nervio en los carrileros que fueron presa fácil del mágico toque peruano; nunca hubo producción certera y lo que es más, el primer gol llega cuando Antonio Valencia opaco y lento pierde un balón en el medio campo y no reacciona en el seguimiento del balón; en las transiciones siempre quedó destapado, facilitando la tarea visitante que nos dio una lección de cómo se llega y cuando se anota.
Perú vino por el hueso (léase empate) utilizando para ello 9 hombres atrás y preparando siempre el mortal contragolpe, dejando a un llanero solitario, que se batió con solvencia y talento ante los lentos zagueros ecuatorianos) que mordieron una vez más el polvo de la derrota.
Todo el mundo habla, es que la sangre hierve y pica la lengua. Los pincelazos de talento de Felipe Caicedo duraron poco, los esfuerzos colectivos fueron carcomidos por la rutina de un sistema medroso, cansino e invariable, mostrando con ello que la magia de Quinteros desapareció hace mucho tiempo atrás y que lo mejor en ese rato era analizarla a tiempo-antes de que caiga el bunker, donde estuvimos desde Sudáfrica 2010, Brasil 2014 y ahora Rusia 2018.
Es que ante Perú todo se transformó en un peloteo intrascendente y aquel dinámico esquema ofensivo del primer tiempo se fue derrumbando como un castillo de naipes; los despliegues individuales exhibidos alternativamente por Enner Valencia y compañía fueron intervalos de gratos recuerdos, después vino la cruda realidad, con sensaciones de frustración y decepción.
Ecuador había sido a su estilo, a la filosofía de jugar para ganar y para que disfrute la gente que ve el fútbol. Los tiempos de un equipo monotemático, solo capaz de quebrar a los rivales por su ataque perseverante y repetitivo, quedaron en el olvido. Aquel equipo de versatilidad táctica, sorprendente y eficaz en el recambio, hoy es un dulce sueño.
La imagen de la TRI imprecisa y nerviosa, cediendo terreno y pelota durante varios pasajes es inaceptable. Las variantes no tuvieron techo, el nivel fue paupérrimo aunque después del “Chanta” quiera sacarse las tripas a través de una “endiosada” culpabilidad.
Ante Perú todo se perdió. No hubo relevos, no aparecieron los líderes. Nadie ilusionó. Muchos sacaban la lengua. Otros acariciaron al balón después de chupar banco en el mejor de loa casos. Pese a ellos fueron convocados.
Se tienen que ir todos. Dirigentes, jugadores y por supuesto el cuerpo técnico que se mantuvo irreflexivamente después del fracaso deben dar un paso al costado. Simplemente no los queremos ver más. Ojalá los culpables reflexionen sobre lo que es dignidad, sepultando los viejos fantasmas que nos acompañaron por muchas décadas, recordando goleadas, papelones, vejaciones e historias írritas llenas de perversión, odio y regionalismo.
Por: Gonzalo Melo Ruíz