¿Dirigentes o inversionistas?

Enviado por robert el Vie, 15/04/2016 - 13:18

El fútbol, la mayor industria del dolo, fraude, amarres, arreglos y negocios truchos, no tiene comparación con el “robo perfecto” porque tarde o temprano el fisco o los inquisidores de los miles de dólares evadidos, los agarran del cogote, los meten presos y los obligan a devolver todo lo robado. El FIFAGATE nos ahorra más comentarios. Ahí está la carroña (carne pestilente) del mundo.

El buitre mira, calcula y pica la carne putrefacta del desierto llenándose de pestilencia, contaminando lugares donde antes la vida animal y salvaje era un motivo para sobrevivir. Algo así como lo que sucede en el planeta tierra.

En Ecuador aparecieron los inversionistas hace un buen tiempo atrás, con el beneplácito de pocos y el repudio de muchos, porque destruyeron un espectáculo de pasión, en un circo de resultados donde el que más tenía se salía con la suya, incluyendo campeonatos, camisetazos e incentivos por ganar y por perder.

Ellos (los inversionistas) han tirado abajo planes y proyectos de equipos, cuando han comprobado que su dinero está en riesgo y se apartan del camino en noches lluviosas y tormentosas, donde nadie los divisa por temor a ser devorados por los carroñeros.

Cuando aparecen los inversionistas lo tienen todo preparado: clubes fantasmas, donde pueden inscribir jugadores, disfrazando la inversión en renta del futuro. Firman contratos de responsabilidades ofreciendo el oro y el moro. Todo está fríamente calculado con el aval y el consentimiento de la Federación Ecuatoriana de Fútbol que permite este inmundo, pero lucrativo negocio, a veces con el consentimiento de padres de familia que caen en las redes de la explotación, con unas cuantas monedas de por medio. Es decir “empeñan” a sus hijos sabiendo que les puede salir el tiro por la culata (no pagos, no ropa, no educación, no transferencias, más bien dicho…nada.

En Ecuador ya no hay dirigentes deportivos, como los de antaño, que podían vender sus propiedades con el afán de tener al día al equipo de sus amores, sin tocar un sucre devaluado, convirtiéndolo en el mejor ejemplo de honestidad, amor, cariño y dignidad.

Hoy solo hay inversionistas en nuestro fútbol. Con raras excepciones podemos citar con los dedos de la mano a dirigentes. Los nuevos dueños de los equipos y por ende del fútbol ecuatoriano, escudriñan las entrañas de la institución,  saben cómo llegar y paulatinamente se apoderan de jugadores, trabajadores, firmas comerciales, patrocinadores e infraestructura existente.

Pero además dudan de todo. Realizan auditorías internas. Piensan que todos son como ellos: mentirosos, vivos, doble discurso, forjadores de contabilidades, giradores de cheques sin fondos, prepotentes, evasores de impuestos, codiciosos y avaros.

Sabiendo que estos personajes nunca van a desaparecer del negocio es justo preguntarnos ¿Han contribuido con el desarrollo del fútbol en el Ecuador?

La respuesta es simple: No, más bien su presencia ha servido para engordar vientres voluminosos y cuentas invisibles que rinden dividendos en bancos de paraísos fiscales.

Para el inversionista la simple asociación con un club de fútbol es valiosa en el corto plazo previsto, donde pueda recuperar la inversión hecha; en la construcción de su objetivo y un posicionamiento de su presencia en el círculo redondo del balón, los resultados son valorados en el ingreso de taquillas, venta de jugadores, publicidad y transferencias. Es decir todo para ellos, nada para la institución.

Sin embargo, cuando el conocimiento y posicionamiento del equipo dejan de ser en sí el objetivo de una estrategia, siempre buscan algo más, que engorde su inversión, donde los objetivos comerciales sean los que verdaderamente marquen el rumbo de una presencia económica cada día más creciente.

A los inversionistas ya nos acostumbramos a verlos en reuniones de alto contenido social, se codean con los que cortan el “bacalao”, son simpáticos con las industriales, personalidades de industrias privadas, gobernantes o sea están donde pueden aparecer negocios rentables, donde pueden extender su poder; la idea es consolidar su don de mando ante los jugadores y trabajadores que miran en el nuevo ”Jefe” al “Rey Midas” que a veces, pensando transformar todo lo que toca en oro, se convierte en el fiasco más grande del fútbol, porque perdiendo la credibilidad de los grandes actores del espectáculo, los jugadores, la hinchada los juzgará como los tenebrosos personajes que se comieron toda la plata y no dejaron ni las migas para los dueños de una sociedad donde el fanatismo es el pan de cada día.

Por: Gonzalo Melo Ruíz