Que Pelé me perdone: 17 años y he marcado un gol en Maracaná.
Maracaná es un templo y los que pisan su césped siguen con respetuoso silencio los pasos que dejaron las botas de Pelé, Garrincha o Zico.
En sus porterías anotaron también goles jugadores de la talla del paraguayo Julio César, "Romerito", ídolo del Fluminense en la década de los 80, y los brasileños Romário, "el señor que hace llover goles", Ronaldo, Rivaldo y Bebeto.
Allí debutó Pelé con la selección el 7 de julio de 1957. Tenía 16 años recién cumplidos y logró a los 32 minutos del segundo tiempo su primer gol con el once "canarinho".
Allí se despidió de la selección el monarca el 18 de julio de 1971 contra Austria. Pelé marcó un gol y antes de que terminara el partido se sacó la camiseta amarilla y dio una vuelta olímpica en el escenario, construido cuando él tenía 10 años.
Allí marcó "O rei", el 19 de noviembre de 1969, el su gol número mil, un penalti al Vasco da Gama cuya ejecución silenció Maracaná, un angustioso parón del tiempo que hizo temblar las piernas de Pelé. "La única vez que tuve miedo de equivocarme fue ese día". No erró y Maracaná explotó de alegría.
Allí no pudo emularle Romário, aunque lo intento, vaya si lo intentó, pero Maracaná no se lo permitió. Se tuvo que marchar al estadio San Januario de Río para marcar al recife su milésimo tanto, curiosamente también de penalti.
Pero allí había anotado Romário el gol a Uruguay que dio el título (1-0) de la Copa América a su país, una especie de revancha del "Maracanazo".
¿El Maracanazo? Esta es una palabra maldita en Brasil. Allí Alberto Schiaffino y Chiggia, bajo el liderazgo de Obdulio Varela, silenciaron a 180.000 espectadores con sendos goles que "devolvieron" a Uruguay la Copa del Mundo de 1950 que Brasil creía tener ya en sus vitrinas.
Por allí pasó en 1963 "La pantera "Eusebio, el mejor jugador de la historia del fútbol portugués, en la ida de la Copa Intercontinetal contra el Santos, campeón en esa edición y en la siguiente.
Allí, el 14 de julio de 1989, Diego Armando Maradona vivió una tarde de tristeza al perder Argentina contra Uruguay por 2-0 y ser eliminada de la Copa América.
En ese mismo partido, por cierto, Maradona estuvo a punto de inscribir su nombre en la lista de los goles más extraordinarios jamás marcados en Maracaná.
Tomó un balón en el círculo central, vio adelantado a Zeoli y disparó a puerta. El balón trazó una parábola, supero al arquero uruguayo y sólo el larguero impidió que Argentina se adelantara en el marcador. ¡Qué gol se perdió Maracaná!.
Allí marcó el 29 de abril de 1998 Claudió "Piojo" López un gol que dolió especialmente a Maracaná. Fue un amistoso preparatorio para la Copa del Mundo de Francia'98 disputado ante 100.000 personas. Argentina ganó 0-1 por primera vez en Maracaná en 40 años.
La hinchada despidió a su selección con el peor calificativo que puede recibir: "equipito".
Allí ha marcado estos días sendos goles importantes los ecuatorianos Hamilton Chasi, Edmundo Zura, Jefferson Montero y Pablo Ochoa y el mexicano Enrique Esqueda.
Pero, perdón, con todo mi respeto, ¿quiénes son estos jugadores para citarlos en una historia de Pelé, Romário y "Romerito"?.
Es que ellos no forman parte de la historia, son la historia.
Ochoa, por ejemplo, anotó el cuarto gol del triunfo de Ecuador sobre Brasil por 4-2, un resultado que clasificó al "tri" para las semifinales del torneo de fútbol de los Juegos Panamericanos y envío a Brasil al infierno de la eliminación nada menos que, atrevidos ecuatorianos, en el Maracaná.
Pablo Ochoa tiene 17 años y ya entró en la historia al marcar en Maracaná. Será o no una futura estrella futbolística, pero nadie le podrá quitar ya este hito en su biografía.
Le ha ocurrido lo mismo al mexicano Esqueda. A sus 19 años, ha marcado en Maracaná. Fue el segundo del 2-0 a Estados Unidos, un triunfo que colocó a su selección en la semifinales.
"La sensación de hacer un gol en el Maracaná es maravillosa. Me considero una persona con suerte por marcar en este estadio", dijo Esqueda.
Su emoción es comprensible. Con el permiso del "rey", han seguido los pasos de Pelé en una tarde de gloria y Maracaná los acogió por ello con el mismo cariño con que un abuelo abrazaría a sus nietos. EFE
En sus porterías anotaron también goles jugadores de la talla del paraguayo Julio César, "Romerito", ídolo del Fluminense en la década de los 80, y los brasileños Romário, "el señor que hace llover goles", Ronaldo, Rivaldo y Bebeto.
Allí debutó Pelé con la selección el 7 de julio de 1957. Tenía 16 años recién cumplidos y logró a los 32 minutos del segundo tiempo su primer gol con el once "canarinho".
Allí se despidió de la selección el monarca el 18 de julio de 1971 contra Austria. Pelé marcó un gol y antes de que terminara el partido se sacó la camiseta amarilla y dio una vuelta olímpica en el escenario, construido cuando él tenía 10 años.
Allí marcó "O rei", el 19 de noviembre de 1969, el su gol número mil, un penalti al Vasco da Gama cuya ejecución silenció Maracaná, un angustioso parón del tiempo que hizo temblar las piernas de Pelé. "La única vez que tuve miedo de equivocarme fue ese día". No erró y Maracaná explotó de alegría.
Allí no pudo emularle Romário, aunque lo intento, vaya si lo intentó, pero Maracaná no se lo permitió. Se tuvo que marchar al estadio San Januario de Río para marcar al recife su milésimo tanto, curiosamente también de penalti.
Pero allí había anotado Romário el gol a Uruguay que dio el título (1-0) de la Copa América a su país, una especie de revancha del "Maracanazo".
¿El Maracanazo? Esta es una palabra maldita en Brasil. Allí Alberto Schiaffino y Chiggia, bajo el liderazgo de Obdulio Varela, silenciaron a 180.000 espectadores con sendos goles que "devolvieron" a Uruguay la Copa del Mundo de 1950 que Brasil creía tener ya en sus vitrinas.
Por allí pasó en 1963 "La pantera "Eusebio, el mejor jugador de la historia del fútbol portugués, en la ida de la Copa Intercontinetal contra el Santos, campeón en esa edición y en la siguiente.
Allí, el 14 de julio de 1989, Diego Armando Maradona vivió una tarde de tristeza al perder Argentina contra Uruguay por 2-0 y ser eliminada de la Copa América.
En ese mismo partido, por cierto, Maradona estuvo a punto de inscribir su nombre en la lista de los goles más extraordinarios jamás marcados en Maracaná.
Tomó un balón en el círculo central, vio adelantado a Zeoli y disparó a puerta. El balón trazó una parábola, supero al arquero uruguayo y sólo el larguero impidió que Argentina se adelantara en el marcador. ¡Qué gol se perdió Maracaná!.
Allí marcó el 29 de abril de 1998 Claudió "Piojo" López un gol que dolió especialmente a Maracaná. Fue un amistoso preparatorio para la Copa del Mundo de Francia'98 disputado ante 100.000 personas. Argentina ganó 0-1 por primera vez en Maracaná en 40 años.
La hinchada despidió a su selección con el peor calificativo que puede recibir: "equipito".
Allí ha marcado estos días sendos goles importantes los ecuatorianos Hamilton Chasi, Edmundo Zura, Jefferson Montero y Pablo Ochoa y el mexicano Enrique Esqueda.
Pero, perdón, con todo mi respeto, ¿quiénes son estos jugadores para citarlos en una historia de Pelé, Romário y "Romerito"?.
Es que ellos no forman parte de la historia, son la historia.
Ochoa, por ejemplo, anotó el cuarto gol del triunfo de Ecuador sobre Brasil por 4-2, un resultado que clasificó al "tri" para las semifinales del torneo de fútbol de los Juegos Panamericanos y envío a Brasil al infierno de la eliminación nada menos que, atrevidos ecuatorianos, en el Maracaná.
Pablo Ochoa tiene 17 años y ya entró en la historia al marcar en Maracaná. Será o no una futura estrella futbolística, pero nadie le podrá quitar ya este hito en su biografía.
Le ha ocurrido lo mismo al mexicano Esqueda. A sus 19 años, ha marcado en Maracaná. Fue el segundo del 2-0 a Estados Unidos, un triunfo que colocó a su selección en la semifinales.
"La sensación de hacer un gol en el Maracaná es maravillosa. Me considero una persona con suerte por marcar en este estadio", dijo Esqueda.
Su emoción es comprensible. Con el permiso del "rey", han seguido los pasos de Pelé en una tarde de gloria y Maracaná los acogió por ello con el mismo cariño con que un abuelo abrazaría a sus nietos. EFE