Aucas, erguido e ingobernable

Enviado por andre el Jue, 16/01/2014 - 08:25

La agresividad de los rapaces no tiene límites. Cuando quieren llegar al objetivo de dañar, con sus poderosas garras hieren, desangran y matan las ilusiones de una sociedad pujante y luchadora.

 

Es que la procacidad, característica de las instituciones ingobernables, ha escarbado las fibras más íntimas de Aucas, para convertirse en aquel cáncer que paulatinamente va ganando terreno, sin llegar por suerte al corazón, que pese a ello sigue latiendo con la fuerza de sus 68 años de existencia ( 6 de febrero de 1945).

 

Pero mientras los gandules y pelafustanes, tratan de amedrentar a una sociedad que mira con desprecio a los desvergonzados, cobardes e insolentes, hay un grupo de seres humanos inigualables, que pese a todo ello muestran aparte de un trabajo indeclinable y honesto, la otra mejilla en señal de perdón y dignidad.

 

La historia del equipo más querido de Quito, tiene capítulos írritos, de sangrientas batallas por llegar al poder. Los asaltos a las primeras dignidades saquearon proyectos y causaron grandes pérdidas no solo morales, sino también económicas porque muchas personas guardaron sus colaboraciones para otro momento, pensando que la refriega terminaría con el paso de los años.

 

La violencia y rapidez con la que actuaron mercenarios de poca monta, de ninguna credibilidad, de mínima masa encefálica, ha liderado procesos dolorosos y  nefastos, con sujetos corrompidos, pestilentes y llenos de odio hacia el ser humano, hacia aquel seguidor que en cambio, dio la vida por una divisa, por un equipo, por una bandera.

 

Aquellas mutaciones de seres humanos son las que quieren seguir en el negocio del caos, anarquía y desgobierno. Aquellos rostros satánicos quieren provocar el miedo a través del ablandamiento mental y físico, modo eficaz de los desvergonzados y macabros.

 

Se ha instaurado la guerra final. Hay un objetivo asediado por la última incursión del caos, ese antiguo argumento propio de los maquiavélicos, poder de ataque que domina sociedades a través de la maldad, crueldad y dureza de procedimientos.

 

Pero si esto, la instauración de la guerra final, es un hecho que no admite discusión, al frente deben salir los aguerridos veteranos de innumerables batallas, los que deben hacerles morder el polvo de la derrota a los cultistas de la ignominia, infamia, deshonor y degradación.

 

Los nobles caballeros que gritaron con orgullo, enarbolando estandartes, el grito de victoria, en su época de idolatría, deben darles una lección de dignidad a los propagadores del pánico y el desorden.

 

El siniestro objetivo de llegar al poder a través del asalto debe terminar. La funesta calma de aquellos muertos vivientes, que quieren beber la sangre fresca de jóvenes seguidores, debe convertirse en rechazo total, en grito unánime de desaire hacia una nueva forma de vivir la vida en aquel sueño prohibido del balón.

 

Aquellos zombis sin cerebro y necrófagos caníbales de una sociedad democrática y limpia, deben regresar a sus tumbas, desde no debieron salir nunca, porque después del daño causado al equipo del pueblo, el cementerio que los albergó por mucho tiempo, debe tragárselos, aunque después de un corto tiempo los expulse de su vientre maldito.

 

¿Los francotiradores habrán entendido el mensaje de este día? Lo dudamos mucho porque la coraza permanente, podrida, salvaje y feroz, seguirá imperando si es que aquella legión de orientales no fortalecen sus defensas para convertirlas en aquel eslabón perdido de la reivindicación, derrotando sin contemplación a aquellas hordas de bárbaros que quisieron terminar con el imperio de la ilusión auquista.

 

Finalmente francotiradores, no les tenemos miedo, no nos van a amedrentar, las amenazas y agresiones de ayer, serán nuestras fortalezas de mañana. La barbarie de ayer, será el sepulcro de ustedes, porque aquellos resquebrajados muros de la agresión verbal y física se caerán hoy o mañana, porque no pueden imponerse jamás, en una sociedad noble y leal como la quiteña. 

 

Gonzalo Melo Ruíz.