Quiere romper la hegemonía de Ecuador en Quito y aspira a un resultado positivo.

Enviado por carlosefrain el Sáb, 13/10/2007 - 07:28
Es inevitable acercarse a este nuevo Premundial desde la cordura y la moderación en las expectativas. No es que uno quiera ser un aguafiestas o intente minimizar la ilusión que genera el inicio de un nuevo ciclo eliminatorio. No. Es simplemente priorizar la racionalidad y abordar esta nueva oportunidad para nuestro fútbol con cautela para evitar los estragos, que podría dejar una nueva desilusión en el medio y en el país, que, a su manera muy particular, siente su camiseta.

Eso es preferible a lanzar las campanas al vuelo y asegurar, sin más razonamiento que la exteriorización de un deseo compartido por todos, que el Mundial Alemania 2006 fue el último que se jugó sin la Vinotinto entre los 32 participantes.

No hay que confundirse. Cordura y moderación no es igual a resignación y postración. Más bien es sinónimo de sensatez y prudencia ante el advenimiento de una nueva posibilidad, en un escenario suramericano donde prevalece la igualdad, al menos en los márgenes de producción futbolística con los que se ganan los partidos.

De hecho, el planteamiento que asoma Páez para el debut eliminatorio con Ecuador es un claro llamado a la cordura. Poblar la mitad de la cancha, asegurar la tenencia, consolidar un bloque, jugar agrupados y esperar la ocasión para lanzar contragolpes es la propuesta del merideño para este sábado.

Nada nuevo en realidad. En rigor, esperar, apelar al orden defensivo y a los contraataques ha sido la tónica de la Vinotinto, cada vez que visita un reducto tan complicado como Quito, donde los meridionales han fraguado sus únicas dos clasificaciones a la Copa del Mundo y Venezuela nunca ha sumado un punto. En este caso, la moderación está plenamente justificada.

Lo que cuesta sustentar es el discurso del DT venezolano. Está bien dar la cara ante los medios ecuatorianos y ponerle freno a cualquier arrebato triunfalista. Eso es entendible. No obstante, afirmar que la selección buscará el partido, con un solitario hombre en punta y dos laterales con características plenamente defensivas es poco creíble para cualquiera que vea el fútbol.

En este caso, el verbo contrasta con el esquema y los hombres. No es que no se pueda sumar de a tres con un 4-2-3-1. Si a ver vamos, la Vinotinto ha cosechado triunfos con este dibujo en condición de visitante. Sin embargo, está claro que cuando un equipo toma tantas precauciones defensivas, su plan original apunta, de entrada, a asegurar un punto y luego esperar si se alcanza algo más. Nadie debe sonrojarse por eso, mucho menos en un escenario tan complicado donde han caído oncenas de la estatura futbolística de Brasil y Argentina.

Al margen de declaraciones altisonantes, la gran diferencia de esta selección tan similar en nombres y planteamientos a las anteriores, que han regresado del Atahualpa con las manos vacías, reside principalmente en el nivel actual de sus individualidades. Quizás, ante un funcionamiento colectivo inconstante y siempre impredecible, el estado actual de algunos jugadores podría determinar un desenlace favorable, en caso de un trámite medianamente parejo.

En el ataque, cuesta creer que Giancarlo Maldonado no logre cobrar si la lenta zaga tricolor se equivoca o le concede algún resquicio. Ricardo Páez, desde hace rato, es el jugador más importante en la mitad de la cancha y puede hacer diferencia con sus habilitaciones milimétricas, mientras que José Manuel Rey es una apuesta ganadora en los tiros libres. No hay duda. Sobre las espaldas de algunos jugadores recae el peso de una confianza moderada, pero tangible.

La prudencia dicta que hay que mantener la calma y sobrellevar sin sobresaltos un partido complicadísimo, donde sumar ante una oncena casi invencible de local equivaldría a iniciar el camino hacia un epilogo final sin las habituales frustraciones de siempre.