¿Nuevo o remodelado?
Luego de 62 años desde su inauguración (25 de noviembre de 1951), el Estadio Olímpico Atahualpa de la ciudad de Quito, ha despertado el inusitado interés en algunos de los políticos dando, versiones que han preocupado a la ciudadanía y, a quienes de una u otra manera, estamos cerca de la actividad futbolística en nuestro país. Sin embargo, ¿por qué expreso que existe preocupación sobre el tema del escenario deportivo de El Batán?, simplemente, porque aparece la concejala Elizabeth Cabezas anunciando que hay que revisar la situación del terreno en comodato, que es de propiedad del Municipio Capitalino y, donde fue construido el coloso; y, por otro lado, aparece el Ministro del Deporte José Francisco Cevallos, y dice que lo que el Gobierno ha dispuesto es que remodele, de acuerdo a las necesidades actuales.
Ante esta situación, veamos lo que dice del término “comodato” la Academia de la Lengua, para entender un poco más de la posición de la concejala Cabezas: “El comodato es un contrato por el cual una parte entrega a la otra gratuitamente una especie, mueble o bien raíz, para que haga uso de ella, con cargo de restituir la misma especie después de terminado el uso”. Si analizamos fríamente este concepto, el I. Municipio ha entregado el terreno, entiendo que por un período de 60 años pues y, ya lo están reclamado. También se habla de construir uno nuevo. Conozco que el Cabildo capitalino se encuentra en una etapa de renovar estos contratos con entidades que continúan trabajando en su actividad primaria pues, algunas otras que ya no existen y tienen que devolver. Pero, ¿creen que el Estadio Olímpico Atahualpa tiene que ser entregado porque terminó su uso? A mí me parece un poquito traído de los cabellos, ya que, el escenario deportivo – aunque a muchos les duela- es parte de la ciudad.
Existe también otro error en los distintos comentarios que se han escuchado, incluso a periodistas deportivos: “la Federación de Fútbol no puede permitir esto …?” Señores, el terreno donde está el estadio, fue entregado en comodato a la Concentración Deportiva de Pichincha y élla, mediante acuerdo con la Asociación de Fútbol No Amateur de Pichincha (AFNA), ha facilitado su uso para el campeonato ecuatoriano de fútbol, cobrando un porcentaje de los ingresos por cada fecha, para su mantenimiento. Que ahora se diga que es el estadio de la Selección Nacional, porque ahí juega y ha logrado clasificar ya a dos mundiales, es otro cantar.
Ahora, veamos lo que significa la remodelación que anuncia el Ministro del Deporte. Esta es una situación ciento por ciento más viable, ya que, construir un estadio nuevo para una capacidad de 50.000 espectadores sentados, primero cuesta mucho dinero y, sobre todo, significa mucho tiempo para poder utilizarlo. Si ese fuera el caso, ¿dónde jugarían como locales equipos de tanto prestigio como Deportivo Quito, Nacional y Universidad Católica?
En cambio, si se va a remodelar, esta remodelación se la haría planificada, de tal naturaleza que se pueda continuar utilizando el escenario de El Batán, así se tengan que perder un número de asientos hasta su finalización. A mí me parece que esta es la mejor medida pero, con un gran consejo para quienes están haciendo los estudios técnicos, por favor, que en ese equipo técnico de trabajo, no falte un ingeniero civil estructural, ya que, es el único que puede decir que se debe hacer y que no, sin peligro para el resto de aficionados y de trabajadores pues, en caso contrario, pregunten lo que ocurrió en el pequeño túnel del lado norte del antiguo Aeropuerto Mariscal Sucre de la capital ecuatoriana (?).
El Estadio Olímpico Atahualpa tiene una capacidad actual de 35.742 espectadores sentados, bajo el nuevo reglamento para escenarios públicos del Municipio de Quito. Con la remodelación se espera que esta capacidad sea de 50.000 espectadores sentados. Sin embargo, en el año 1972, el América de la ciudad de Quito llenó el estadio durante un partido de la Copa Libertadores de América cuando jugó como vice campeón ecuatoriano, con cerca de 50.000 espectadores.
Jorge García Romo