Fútbol-Argentina: El pibe 10 toca fondo y revive.

Enviado por roberto el Jue, 19/10/2006 - 16:08

Diego Maradona, adicto a las drogas desde los años ochenta en los que triunfaba en Europa, detuvo su caída libre en 2005, cuando tocaba fondo y decidió abrir otro capítulo en su vida.

Pesaba más de 120 kilos, su corazón parecía decir basta y todo indicaba que dependía de la mano de Dios. Sus seguidores ponían flores frente a sus fotografías en el portal de la cínica en la que las multitudes lloraban y rezaban mientras los médicos controlaban, dentro, el respirador artificial que lo ayudaba a seguir en carrera.

El 2004, después de varios años de una presunta etapa de recuperación en Cuba, fue el peor de su vida. Tenía el partido casi perdido.

De la clínica, con el corazón a un 40 por ciento de su capacidad, se fue una noche en la camioneta de un amigo y se alojó en una finca de los alrededores de Buenos Aires. Sus familiares estaban desesperados y acudieron a la justicia para que lo internaran en un hospital neuropsiquiátrico.

Allí compartió interminables días con enfermos que creyeron que era un mentiroso cuando se identificaba como Diego Armando Maradona.

Excedido de peso de manera asombrosa -estado técnicamente descrito como de obesidad mórbida de grado tres-, incoherente y agresivo, Maradona iba a toda velocidad por una cornisa y era una caricatura patética de un ex deportista en la ruina.

La cocaína lo había tumbado y muchos aduladores y oportunistas que le siguieron como moscas en buena parte de su vida pública decidieron mirar para otro lado y apartarse de él.

Su historia clínica era alarmante: hipertensión, problemas respiratorios, apnea del sueño, miocardiopatía dilatada, diabetes y función renal alterada.

Estaba fuera de juego y de buenas a primeras, en 2005, volvió a escena como si poco de malo hubiera pasado en los oscuros tiempos de consumo de estupefacientes, de autodestrucción sistemática y de desquicio estético.

El regate a la parca resultó y en marzo de ese año se instaló en Cartagena de Indias, Colombia, donde Luis Felipe Chaux y otros tres cirujanos le sometieron a un by pass gástrico para que rebajara al menos 40, y hasta 50 de los 121 kilos de peso que tenía en ese momento.

Estoy bien. Me pongo en marcha; hay muchas cosas que tengo que recuperar. Es ahora o nunca, dijo Maradona a sus padres, que le dieron cobijo en su casa del barrio porteño de Villa Devoto cuando la reducción de su peso ya era notable, como también su decisión de enderezar su rumbo.

El contrato con la televisión fue el primer paso y la puesta en escena de su programa La noche del 10, el más costoso en materia de producción de los últimos años en Argentina, el trampolín para la concreción de otros halagos.

Lo premió el Senado de su país al destacarlo como ejemplo de lucha, recompuso su relación con sus hijas Dalma y Gianina, el Boca Juniors le ofreció un cargo que en la comisión de fútbol y la Asociación del Fútbol Argentino lo invitó a incorporarse a la selección que iría al Mundial de Alemania 2006, lo cual finalmente rechazó en buenos términos y con palabras de agradecimiento.

La noche del 10 resultó el éxito televisivo de la temporada, con invitados como Pelé, Mike Tyson y Fidel Castro, futbolistas estelares y artistas famosos y pormenorizados relatos de momentos clave de su vida, como aquel en el que marcó un tanto con la mano a Inglaterra en México'86 y como cuando confesó que ya no consumía drogas.

Juega al fútbol, recorre el mundo, asiste a reuniones sociales y a acontecimientos deportivos en los que alienta a los deportistas argentinos. Revivió, y parece un milagro, como si Dios le hubiera dado otra mano.