Italia: Marcello Lippi toca el cielo con las manos.
Marcello Lippi, seleccionador de Italia, un librepensador en el fútbol de su país, condición que le ha provocado más de una crítica, alcanzó el máximo galardón de su carrera con la proclamación del equipo azzurro como campeón por cuarta vez en 76 años de campeonatos mundiales.
Lippi, oriundo de Viareggio, no ha necesitado salir de su tierra, como la mayor parte de sus colegas en Alemania 2006, para convertirse en un entrenador respetado y admirado. Desde que comenzó su carrera en 1985 en el Pontedera, dirigió a diez equipos, los últimos el Inter de Milán (1999-2000) y el Juventus (1994-99 y 2001-04).
A pesar de no haber jugado nunca con la selección absoluta italiana, Lippi aprendió el oficio durante sus muchos años en la máxima división de liga de su país, como defensa central del Sampdoria.
Su ascenso hasta el más alto cargo técnico del país empezó también en ese club genovés, donde debutó como entrenador de sus equipos juveniles.
Cinco scudettos, una Copa de Campeones y una Intercontinental son los grandes logros de Lippi con el Juventus de Turín, de cuyas filas convocó a cinco futbolistas que ahora son campeones en Alemania 2006: Buffon, Cannavaro, Zambrotta, Camoranesi y Del Piero.
Estudioso, inteligente y tenaz, Lippi, de 58 años, ha sabido capitalizar las virtudes individuales de sus jugadores y lograr una gran cohesión del equipo tras un ciclo que había terminado en 2004 con una pobre cosecha de resultados.
Después del fracaso en la Eurocopa de Portugal con la dirección de Giovanni Trapattoni, se hizo cargo de la azzurra y debió afrontar, desde el comienzo de su gestión, duras críticas por sus ensayos destinados a cambiar el clásico estilo del catenaccio por uno más ofensivo.
La síntesis perfecta de su propósito pudo observarse el martes pasado en Dortmund, en el partido que Italia ganó por 0-2 a Alemania en las semifinales, con una actuación notable de los 14 jugadores que estuvieron en el campo frente a un anfitrión que terminó desarticulado ante tamaño poderío y equilibrio.
Antes de ese encuentro, al ser consultado sobre cuáles son las diferencias entre la selección italiana actual y las anteriores, el centrocampista Gennaro Gattuso respondió que todo se debe a que cambió el entrenador.
No quiero polemizar con los técnicos anteriores, pero lo que ahora se nota es que tenemos a un grupo de jugadores más unidos, más fuerte, agregó.
A Lippi yo no lo conocía, y lo que veo es que es una persona que va siempre de frente, que en este ambiente es algo que no tiene precio, y que vive pendiente del trabajo. Siempre quiere estar en el campo, no ve la hora de que empiecen los partidos, afirmó.
Añadió que lo de él es contagioso, el grupo está contagiado de su entusiasmo y dedicación y a los rivales les va a costar muchísimo vencer a Italia.
Al llegar a la final el técnico agradeció públicamente el apoyo que le han dado al equipo los suplentes, los que no han jugado o han permanecido más tiempo en el banquillo que en el campo de juego, convencido más que nunca que la unión hace la fuerza.
Suele decirse que Lippi es un gran motivador más que un gran estratega, pero en el Mundial de Alemania los que así opinan parecen haberse rendido ante los resultados de sus decisiones tácticas y técnicas.
El entrenador toscano ha demostrado que no está ligado a rígidos sistemas tácticos y esa flexibilidad, además de su carisma personal y su franqueza, ha conseguido el respeto de sus jugadores.
Antes de la final contra Francia, Lippi admitió que haber llegado a esa posición era un gran logro para la selección italiana, pero no quiso oír ni hablar de que fuera, una vez alcanzada la última fase, una ocasión para disfrutar.
Rechazo absolutamente esa actitud de que pase lo que pase será una gran ocasión para disfrutar y todo lo demás que suele decirse, porque, ¿cuántas veces en la vida tienes la oportunidad de ganar una Copa del Mundo?. Tenemos que estar hundidos y furiosos si perdemos, sentenció.
Un futbolero de pies a cabeza, que se expresa con una franqueza que conmueve y al que su fuerte personalidad le ha creado enemigos, aunque no entre sus dirigidos, que lo quieren y admiran.