Alemania'06-Seguridad: Un buen anfitrión, seguro y protector, pero sin agobios.
Alemania se portó como un buen anfitrión, seguro pero sin agobios, que protegió hasta con mimo al visitante sin aplicarle la tenaza policial, pese a los múltiples amenazas que planearon sobre el torneo, inclusive las que resultaron infundadas.
La síntesis del mejor, imposible con que el kaiser Franz Beckenbauer resumió la labor del Comité Organizador que él preside sería extensible, en materia de seguridad, al ministro del Interior y responsable de Deportes del gobierno alemán, Wolfgang Schaeuble.
El Mundial se acerca al final y hasta ahora no hubo sustos, los hinchas se portaron bien, la ultraderecha no asomó y los cabezas rapadas no marcharon en solidaridad con Irán. Ni siquiera se produjo el desembarco de las 40000 prostitutas ilegales pronosticado.
La policía actuó, pero la gente se movió en paz, dentro de lo que permitían las masas, y se renunció, por ser obviamente inabarcable, al control exhaustivo y nominal de las entradas al estadio.
Tras todos los peligros, globales o puntuales, que se cernían sobre el Mundial quedó una impresión parecida a la que se tiene tras vacunarse contra la gripe si no se contrae la enfermedad: queda la duda de si la vacuna funcionó o si el virus no estuvo ahí.
Schaeuble, en silla de ruedas desde 1990, en que un enajenado le disparó durante un mitin, sabe que con los peligros no se juega.
Preparó un contingente de 250000 policías, más 2000 soldados apostados en puntos sensible y otros 5.000 dispuestos para la acción sin olvidar a los aviones de AWACS de la OTAN.
La seguridad absoluta no existe, dijo y repitió antes del Mundial, y por tanto se hizo con vacunas contra todos los males, dentro de lo humanamente posible y conocido.
La afición no se portó bien porque sí. Detrás de la armonía de aficiones rivales que festejaban o se consolaban juntas, hubo un trabajo de campo riguroso, más allá de lo policial.
Los hinchas del Mundial no son como los aficionados de la Bundesliga u otras ligas nacionales, había dicho Schaeuble. Es un público algo más selecto, puesto que visitar un Mundial es caro, a menudo con familias enteras practicando el turismo mundialista.
Pero tampoco era cuestión de fiarse de reglas más o menos generales. Los hooligans existen y algunos sí viajaron al Mundial.
Detectarlos e interceptarlos fue la tarea principal tanto de la policía alemana como de los 323 colegas extranjeros, de los 32 países participantes y de los infiltrados en los ambientes y clubes.
Muchos de los violentos fichados recibieron en su casa visitas disuasorias de agentes, que además de mostrarles que los tienen vigilados se encargaron, llegado el caso, de prohibirles visitar las ciudades del Mundial el día que se jugaba ahí.
Luego vino la asimismo difícil tarea de distinguir entre hooligans y meros hinchas ebrios vociferantes.
A los primeros se los esposó y apartó sin contemplaciones de la escena. A los segundos se los trató con infinita paciencia, mientras fue posible, para pasar al cerco policial, cuando fue necesario.
Así se evitó que fueran a mayores las batallas campales entre hinchas alemanes y polacos, por ejemplo, o con británicos con demasiada cerveza dentro. El resto, se portó más que bien.
La misma práctica de la visita domiciliaria se llevó a cabo con la ultraderecha, que había anunciado acciones de simpatía con Irán y con el presidente negador del Holocausto, Mahmud Ahmadineyad.
Actuó ahí no sólo la vacuna de la prevención policial, sino también que el presidente iraní no apareció. Se disipó el cúmulo de amenazas, reales o no, difundidas por los medios sobre una visita fantasmal, jamás anunciada desde Teherán.
Asimismo fantasmal acabó siendo la cuestión de la prostitución forzada. Schaeuble nunca dio por buena la cifra de las 40000 mujeres que, según un grupo de eurodiputados, iban a hacer entrar en Alemania las mafias del este de Europa en ocasión del Mundial.
El mes largo de Mundial le ha dado la razón: no sólo no hubo más ajetreo en el mercado del sexo, sino incluso menos, según lamentan los burdeles alemanes. El turismo mundialista familiar está reñido con su negocio.