¿Qué pasa con nuestro arbitraje?

Enviado por bielo el Lun, 06/03/2006 - 19:48

Siempre supe que mientras más inadvertida es la labor del árbitro en el campo de juego, mucho mejor es su trabajo. Este es un pensamiento, una especie de ley, que premia o castiga la labor de la gente de la ropa negra, que tiene a su cargo impartir justicia en un partido de fútbol. Lamentablemente, al momento, el arbitraje en el campeonato ecuatoriano una vez más ha caído en la polémica y en el cuestionamiento. Y la verdad es que sobran razones y han sido los mismos pitos con sus actuaciones los encargados de reactivar una vieja y casi interminable polémica en el fútbol, la del arbitraje.

Apenas han transcurrido las primeras jornadas del actual torneo, y el arbitraje ha caído una vez más en el ojo del huracán. Hay determinados árbitros que buscan en forma desmedida captar el protagonismo dentro del campo de juego, olvidando que los protagonistas del espectáculo y a quienes van a mirar los aficionados son los jugadores. Buscan llamar la atención con permanentes intervenciones, cortando el ritmo de juego, sin proporcionar la continuidad que requiere un cotejo y en definitiva atentando contra el espectáculo. Esto sin lugar a dudas se puede solucionar con charlas y apelando al buen criterio de los jueces para que vuelvan a enrumbar su actitud.

Lo realmente preocupante y alarmante, es lo que hemos podido observar y que casi es una generalidad en los árbitros nacionales, la falta de criterio y la ninguna capacidad para interpretar el espíritu de juego y sancionar la intencionalidad de los jugadores en el terreno de juego. Si bien es cierto que la FIFA y la International Board, organismo que se encarga de la revisión y modificación de las reglas de juego, han establecido que las entradas por detrás y por el costado sean castigadas con severidad para evitar la violencia en el fútbol, no es menos cierto que dejan siempre en criterio del árbitro el interpretar si dichas entradas, tienen o no la intención de lastimar o dañar al rival, y de acuerdo a ello sancionar o no la falta y castigar con tarjeta amarilla al infractor.

A inicio de año, la Comisión de arbitraje, consiguió que instructores internacionales dicten charlas sobre las reglas de juego y despejen inquietudes sobre las modificaciones de las mismas, pero al parecer, estas no sirvieron de nada, y al contrario, lo que han producido es una equivocada interpretación del uso, o mejor dicho, del abuso de las tarjetas amarillas, que han llevado al referato nacional al borde del precipicio. Ocho, doce, quince o el nuevo récord que estableció el juez Carlos Vera, diecisiete tarjetas mostradas en un solo partido, reflejan lo equivocados que están nuestros árbitros.

No es mejor árbitro el que más tarjetas muestra. La autoridad no se impone mostrando las cartulinas. Estos son preceptos que a lo largo del fútbol y el arbitraje han servido para encasillar a los jueces, en buenos o mediocres. Siempre conocí y asi lo entendí, que uno de los aspectos fundamentales en el trabajo arbitral, está dado por la seria interpretación del espíritu del reglamento de juego. Hoy miro y con mucha preocupación una actitud robotizada de la gran mayoría de nuestros árbitros. Por el más mínimo roce o fricción, gastan tarjetas amarillas, y luego, cuando se ven en la necesidad de usarlas, porque así lo amerita el reglamento, se ven envueltos en serios problemas que lamentablemente, no tienen la capacidad ni la personalidad para solventar.

En el año de 1800 los ingleses dieron vida a las 17 reglas del fútbol, y fue tan bueno su trabajo, que hasta hoy, salvo pequeños cambios o adiciones, se mantienen tal cual y sus resultados están a la vista de todos. La aplicación de estas reglas son de carácter universal, y a través de la magia de la televisión, hoy podemos con mucha facilidad mirar partidos desde cualquier parte del mundo y apreciar la labor de los árbitros, y en ningún caso hemos sido testigos del desfile de tarjetas como sucede en el fútbol ecuatoriano, o actuaciones de jueces que quieren convertirse en las estrellas del terreno. No, rotundamente no. ¿Qué pasa con los árbitros nacionales? ¿a dónde quieren llegar? ¿por qué se empecinan en perjudicar al espectáculo? Con sus actuaciones están cavando sus propias tumbas, y que luego no se quejen de las pocas oportunidades que tienen a nivel internacional. Aún es hora de reflexionar y cambiar, los jueces también juegan su partido, hasta hoy lo van perdiendo y con amplio margen. Con inteligencia, honestidad y seriedad todavía lo pueden ganar. De todo corazón espero que así sea.