Olé: "Mamadera" así tituló el diario argentino la victoria de Boca.
Según este importante medio de comunicación de Argentina, sentenció que los nenes de Ischia bailaron al campeón de la Libertadores y casi aseguraron el pase a los cuartos de la Sudamericana.
El diario Olé citó lo siguiente:
Qué sentirán ellos, los pibes, con ese "vamos, vamos los pibes"? ¿Cómo será que esa Bombonera que tanto desearon los aplauda a rabiar? ¿Hasta dónde habrá llegado la emoción? ¿Cuánto habrán gritados interiormente sus goles, sí, esta vez los de ellos, porque anoche festejaron aquellos que sueñan con ser lo que otros ya son? Fue una noche especial la de anoche en La Boca. Inédita. Sorprendente. Acaso inesperada (por el resultado global). Soñada. Fue la noche de los gigantes chiquitos. ¡Mamadera, qué baile! Y eso que enfrente estuvo el campeón de América. O lo que queda de él. Poco importa, en definitiva.
Porque Juan Forlin corta y sale como un mariscal del fondo. Tuvo dos cruces de jugador con 200 partidos en Primera. Y uno de ellos, el primero, lo terminó en el área de enfrente con un cabezazo a la red a lo Ruggeri. Pero además, siempre está bien ubicado, con orden, atento al anticipo. Forlin es eso y más. Es el que despierta aplausos espontáneos. O el "golazo" de Palacio, sentado en la boca del túnel. Es el mismo que motivó la queja de Schuster, el DT del Real, cuando se enteró de que lo habían dejado ir por un tema de pasaportes (estuvo entrenándose en Madrid ocho meses).
Porque Ezequiel Muñoz, con 17 años, parece un pichoncito del Patrón Bermúdez. Es cierto, no puede disimular todavía la cara de nene, pero mete y pone (ya provocará miedo). Y también va al área rival con convicción. De un cabezazo suyo, aunque fallido, llegó el gol de Mouche.
Porque Julio Barroso y Carlos Fondacaro parecieron, al menos ayer, dos laterales bianchistas de la primera hora. No perdieron nunca el orden y cada vez que atacaron lo hicieron con criterio. El ex Argentinos la rompió en su segundo partido con la azul y oro. El debutante, algo apresurado y ansioso, cumplió en su primera vez.
Porque Javi García atajó pocas pero contagió absoluta seguridad. Guantes y nervios de acero, la gente lo reconoció con aplausos aun cuando paraba la pelota con el pie. Porque le ven chapa de buen arquero, prestancia y sensación de tranquilidad para un arco que no suele tenerla.
Porque Mouche, perdido hasta hace un mes, ayer ratificó la oportunidad que se ganó en los entrenamientos. Intratable, fue por adentro, por afuera, pero siempre para adelante. No descansó nunca con la pelota en los pies, fue sueño de goleada y pesadilla para la defensa de Liga. Y hasta se tiró a los pies. Pudo ser su noche inolvidable con más goles. Le alcanzó con uno para ser tan figura como Gracián.
Porque Jonatan Philippe fue a todas, y consumió de ansiedad sus energías hasta salir. Falló en la definición, pagó en el roce que todavía le falta, pero de un derechazo suyo llegó el segundo gol de Boca, el que hizo en contra Espinoza.
Y porque Nico Gaitán huele a gol. Ayer otra vez entró y en la primera que tocó puso el 4-0 que viaja con olor a clasificación a Quito. Quién iba a pensarlo, en definitiva. Que ellos, los pibes, sacudirían la Bombonera como los grandes. Que pondrían en ridículo al campeón de América. Que se iban a despedir así, aplaudidos, ovacionados. Emocionados. Ellos lo hicieron.