Barcelona tocó fondo.
La humillante derrota ante Emelec en el propio Monumental desató la más profunda crisis en el ídolo del astillero, que más allá de la estrepitosa caída ante los eléctricos, ha provocado una crisis institucional y deportiva con la renuncia del Presidente Isidro Romero y del técnico Juan José Peláez. La renuncia de Peláez era previsible, cuando los resultados no se dan, es obvio que el técnico deba dar un paso al costado y dejar que otro profesional intente cambiar la historia. La renuncia de Isidro Romero sí ha sido sorpresiva, y a la vez, lamentable.
Pese al momento que hoy por hoy vive el cuadro canario, con los pobres resultados en el inicio de esta temporada en donde no ha logrado un solo punto en los cuatro cotejos que ha disputado, con la violenta reacción de su hinchada, que no se justifica y que la rechazamos de plano, con todo lo que significa ocupar el último lugar en la tabla de posiciones, pese a la frustración y dolor de su hinchada, pese a todo ello, si hoy consultamos al más fanático y dolido hincha quién ha sido el directivo más exitoso en Barcelona, sin lugar a dudas, la respuesta será Isidro Romero.
Sí, Romero le ha dado las más grandes alegrías al pueblo canario, nadie puede olvidar las dos finales de la Copa Libertadores de América, los títulos nacionales que alcanzó, la construcción del estadio y todo el progreso institucional, pero desgraciadamente, los sentimientos, los recuerdos y la gratitud se evaporan con rapidez. Si revisamos lo que ha pasado en la última década, podemos advertir que Barcelona ha perdido el protagonismo, hace mucho que sus seguidores no festejan una vuelta olímpica, han pasado jugadores, técnicos y directivos que no han podido o no han tenido la capacidad para conducirlo a los primeros niveles como fue casi una costumbre años atrás.
Algunos directivos se aprovecharon de la institución, sacaron provecho personal y pusieron en serio peligro la vida y el patrimonio del ídolo ecuatoriano. La llegada de Isidro Romero, provocó en la hinchada una esperanza de cambio y de poder reverdecer los años de triunfos. El mismo Romero confiaba y soñaba en otra vez volver a los planes estelares y llenarse de gloria. Sin embargo en su gestión cometió algunos errores, el principal, pretendió manejar a control remoto una institución que, como él mismo manifiesta en su carta de renuncia, requiere las 24 horas del dia.
Qué tarde se dio cuenta que no podía seguir dirigiendo a su equipo desde España. Quienes tenían que asesorarlo, estaban más perdidos que él. Al finalizar la temporada anterior, cuando el entrenador Peláez renunció porque se declaró incapaz de conducir a un grupo ingobernable, y el mismo Isidro trató de cambiar las cosas saneando el equipo, separando a más de una decena de jugadores que no habían respondido como profesionales a la institución, anunció una transformación total para el 2006 pero poco cambió, no se aprendió la lección y el fútbol pasa factura.
La contratación del mismo Peláez fue una equivocación, resulta increíble que a un jugador como Vanegas que nada le aportó el año anterior se le haya premiado con la firma de un contrato por tres años, Morantes demostró que no tiene ni la capacidad ni la personalidad para vestir la número 10 del cuadro torero. Se habló mucho, se vendieron demasiadas ilusiones, y a la hora de la verdad el resultado es un rotundo fracaso. Por suerte, aunque parezca ironía, esto recién empieza, se puede rectificar, vendrá otro entrenador, se contratarán otros jugadores, pero lo más grave, lo más complicado, es encontrar a un directivo que primero, quiera, y segundo, tenga el deseo y la voluntad de asumir este hierro candente que hoy es Barcelona, y que además tenga la capacidad económica y la influencia para que su gestión pueda deparar los éxitos y los logros que la hinchada exige.
El tema no es fácil, si Isidro Romero con toda su rica historia como directivo, con su poder económico y sus influencias no pudo, qué futuro le espera al ídolo ecuatoriano, quién puede asumir el papel de salíador. Por todo esto Barcelona tocó fondo, y requiere de cambios profundos, de un trabajo de bases, de volver a empezar, haciendo las cosas bien y sobre todo hablándole claro a la hinchada, sin demagogia, sin venderle humo. Es hora de la unidad, es hora de que todos los auténticos barcelonistas se unan y con mucho trabajo empiecen a escribir otra historia, la que llevó a este equipo a convertirse en el idolo del país.