El campeón Español Brcelona, no detiene su marcha de triunfos.
El Barcelona entró en la historia del club, tras vencer hoy al Sevilla (2-1) y encadenar su undécima victoria en partido oficial, con lo que iguala la gesta lograda en la temporada 1955-56 por el equipo que entonces entrenaba Franz Platko y en el que jugaba Ladislao Kubala.
Esta vez el conjunto azulgrana tuvo que sufrir, renunciar a su fútbol y remontar un partido ante un correoso Sevilla que en el Camp Nou demostró, por qué es el equipo menos goleado de Primera.
Las bajas por sanción Márquez y Deco y por lesión de Xavi, Motta y Van Bommel obligaron a Rijkaard a alinear un centro del campo inédito con Edmilson, Gabri e Iniesta, y el Barcelona, con una circulación de balón mucho menos fluida que de costumbre, lo notó. El Sevilla, fiel a su filosofía, planteó el partido trabado que tanto le gusta, con dos líneas de cuatro y cinco hombres trabajando muy juntas para ahogar el centro del campo azulgrana y Kanouté como única referencia ofensiva.
Con el guión de siempre, el de no dejar jugar y salir a la contra con balones largos al espacio a la menor oportunidad, el conjunto andaluz se sintió cómodo durante casi todo el partido.
En el primer tiempo, el Sevilla a penas llegó en una galopada de Kaonuté, que no supo definir cuando se presentó sólo ante Valdés, y un remate alto de Aitor Ocio a la salida de un córner.
Pero el Barcelona, pese a ser el dueño del balón, tampoco hizo mucho más. Sin la claridad de ideas de otros encuentros y atrapado en la tela de araña tejida por el rival, los de Rijkaard lo intentaron siempre de lejos.
Un par de disparos con intención de Ronaldinho y un gol de Messi, que el árbitro anuló por controlar el balón con el brazo antes de fusilar a Palop, fue toda la aportación ofensiva de los locales en los primeros cuarenta y cinco minutos de juego.
Tras la reanudación, el guión del encuentro no varió, hasta que el Sevilla se adelantó por mediación de Kanouté, quien aprovechó un remate al palo de Saviola tras un jugada por la izquierda de Adriano para empujar el balón en la línea de gol (0-1).
Pero en la jugada siguiente, Eto'o, hasta entonces perdido entre la maraña de defensas sevillistas, niveló el marcador a la salida de un córner y el partido definitivamente se rompió.
El Sevilla intentó no descomponerse, pero el Barca puso cerco a la portería defendida por Palop. Rijkaard renunció a la velocidad de un desdibujado Messi y apostó por la contundencia de Larsson, y el equipo azulgrana, con más corazón que cabeza, se fue a por el encuentro. Y entonces apareció el de siempre, el mago del Balón de Oro, Ronaldinho Gaucho, para colarse entre dos defensas sevillistas tras trazar una pared con Larsson y batir por raso a Palop, con un disparo ajustado al palo que desató la locura del Camp Nou (2-1), que ya veía como, esta vez sí, la racha de victorias tocaba a su fin.