Gracias Jefferson.

Enviado por carlosefrain el Lun, 22/09/2008 - 17:07

El 15 de agosto del 2.008 es una de esas fechas que quedaran para siempre en los corazones de los ecuatorianos y que forman parte de la más rica historia del deporte nacional. Ese día a miles de kilómetros de distancia un hombre nacido en las entrañas del pueblo, un hombre humilde y altivo a la vez, que doce años antes, en Atlanta alcanzó la primera medalla olímpica para el país, cruzaba la línea de meta de los 20 Km Marcha en segundo lugar y lograba colgarse en el pecho una merecida y labrada medalla de plata como resultado del  trabajo planificado, del esfuerzo de un equipo y sobre todo del inmenso amor y entrega por un país.

Cuando Jefferson Pérez, llego exhausto a la meta y cerro sus ojos, me invadió una especial mezcla de sensaciones. La felicidad de una nueva medalla olímpica por un lado, contrastada con la melancolía de saber que esa noche para nuestro país, mañana en Beijing, marcaba el adiós de un grande de verdad. El país entero, a través de la imágenes de la televisión, fue testigo una vez más de la muestra más grande de lo que significa la capacidad del hombre ecuatoriano, pudo palpar a lo largo de las exigencias de una prueba que cada día se torna más dura, el amor,  la entrega y  lo que significa mantener un compromiso con el país. Un compromiso al que nadie lo obligo, y que sin embargo desde muy joven acepto y comprendió todo lo ello implica y demanda. Trabajo diario, renunciamientos y privaciones propias incluso de la edad, planificación, sacrificio y una gran dosis de talento que  cultivo diariamente durante todos los días de su brillante trayectoria.

Durante 19 años estuvo en la elite de la marcha mundial. Fue escalando metódicamente,  campeón mundial  juvenil, alcanzó todos los títulos que pueda imaginar, bolivariano, sudamericano, panamericano, mundial y olímpico.  Considerado como el mejor "andarin" del mundo, dueño una técnica y estilo depurado que ha quedado en la historia de esta especialidad del atletismo que ha sido es y será motivo de estudio y análisis en busca de la excelencia. Jefferson ganó todo lo que se propuso, no le falto nada. Durante todo este tiempo su imagen como deportista y ser humano creció paralelamente y con la misma solvencia que mostró en cada una de sus competencias. Imposible separar al brillante deportista del inteligente ser humano,  que desde su andarivel elevo el autoestima de muchos ecuatorianos que encontramos en Jefferson un espejo en donde diariamente nos reflejamos en busca de la superación. Así se hace país.

Gracias Jefferson por tantas alegrías y satisfacciones. Gracias por la felicidad que le dio al país, gracias por el ejemplo para esos niños que buscan imitarlo. Gracias por esos hijos y hermanos que aprendimos con su actitud a valorar a los seres que tenemos tan cerca y que muchas veces los alejamos sin darnos cuenta. Gracias por que desde su autentica humildad nos hizo sentir orgullosos de ser ecuatorianos y saber que en la vida no existen los imposibles.

Cada medalla que ganó seguro tendrá un sabor especial. Cada una de esas preseas logradas con enorme sacrificio lo invitaran a la melancolía, al recuerdo y reposaran en el tiempo en un sitio privilegiado, pero el cariño y la gratitud del pueblo ecuatoriano vivirá por y para siempre en su corazón.