Pekín 2008, a la espera del milagro del 20 de julio
Las autoridades chinas han marcado en rojo en sus calendarios el próximo domingo, 20 de julio, fecha en la que entrarán en vigor un puñado de medidas que cambiarán la vida de los pequineses, fortificarán la ciudad y, supuestamente, aliviarán la contaminación galopante de una ciudad muy castigada por la polución.
De entre todas las medidas, la más publicitada es la que impedirá a los pequineses sacar sus automóviles libremente a la calle, ya que hasta el 20 de septiembre sólo podrán conducir en días alternos, en función de los números pares o impares de las matrículas.
Este imperativo legal eliminará de un plumazo más de millón y medio de coches de las abarrotadas calles de Pekín, y con ellos buena parte de las emisiones, que han traído en jaque a la organización de los Juegos desde su concesión y que ha sido y sigue siendo uno de los aspectos más criticados de Pekín.
Esta medida la probó Pekín en 2006, con excelentes resultados, dijeron las autoridades, durante la cumbre China-África que se celebró en la capital.
Así que el lunes 21, los dueños de automóviles con matrículas pares deberán dejar el coche en el garaje, pero a cambio dispondrán de tres modernas nuevas líneas de metro que, añadidas a las cinco existentes, facilitarán notablemente sus desplazamientos.
Con todo, dos de estas líneas están pensadas fundamentalmente para los Juegos Olímpicos, ya que una conduce directamente al "Olympic Green", donde se encuentran las principales instalaciones, y otra sirve para unir el aeropuerto con el centro de la ciudad.
En su afán por potenciar el transporte público y disminuir las emisiones, Pekín pondrá en funcionamiento el domingo 34 nuevas líneas de autobús, por las que circularán 1.500 autocares.
Pero no se trata sólo de reducir el caótico tráfico urbano, sino también de ordenarlo, por lo que el lunes entrarán en servicio los carriles olímpicos, perfectamente demarcados en las principales arterias de la ciudad con unos aros olímpicos sobre un cuadrado blanco sobre el asfalto.
Hace dos semanas Pekín sacó una normativa que obliga a los conductores que sufran un accidente leve a dirimir sus cuitas con sus automóviles retirados en el arcén para no entorpecer el tráfico.
De no hacerlo así se exponen a que las autoridades se enteren gracias al servicio telefónico que entrará en vigor el día 20, el cual servirá para informar hasta en ocho idiomas de asuntos relacionados con el tráfico.
También desde el lunes y hasta el 20 de septiembre se paralizarán todas las obras de la ciudad, lo que reducirá el polvo que generan en el ambiente y de paso animará a muchos trabajadores inmigrantes a abandonar temporalmente la capital con destino a sus pueblos natales, lo que Pekín ve con buenos ojos.
Aunque algunas de las empresas más contaminantes de la ciudad ya han reducido o detenido su actividad, su número se verá incrementado desde el próximo lunes.
Según afirmó a principios de semana Zheng Jiang, subdirector del Buró de Protección Medioambiental de Pekín, 150 compañías (petroquímicas, acerías, cementeras y fundiciones fundamentalmente) están preparadas para disminuir su producción a la mínima expresión para no perjudicar con sus emisiones a los Juegos Olímpicos.
Son medidas todas ellas que tratan de limpiar el aire de Pekín, del que el informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente dijo a finales del año pasado que era "una preocupación legítima para los atletas".
Pero el día 20 Pekín también añadirá nuevas medidas de seguridad a una lista ya de por sí extensa que está alterando considerablemente la rutina los habitantes y residentes en Pekín.
A partir del domingo, cualquier persona que entre en el aeropuerto, aunque vaya simplemente a recoger a un pariente, será cacheada y sometida al escrutinio de detectores de metales y máquinas de rayos X.
Desde ese mismo día está prohibido volar en parapente o en globo aerostático, como lo está usar aparatos de aeromodelismo, tal es el miedo que tiene Pekín a los ataques terroristas o a que se usen este tipo de aparatos para difundir eslóganes contrarios a los intereses chinos.
Estas medidas se unen a los controles rutinarios en las 93 paradas de metro, a la obligación de los recién llegados de registrarse en 24 horas en la policía, al aumento de agentes en las calles o la no renovación de visados de una buena parte de los extranjeros que viven en Pekín hasta después del evento.
Pekín, desde su particular manera de hacer las cosas, quiere unos Juegos Olímpicos perfectos, los mejores de la historia, que sirvan para presentarse al mundo y situarse como cree que merece en el espacio internacional, y en ello mucho tendrá que decir lo que salga del famoso 20 de julio. EFE
De entre todas las medidas, la más publicitada es la que impedirá a los pequineses sacar sus automóviles libremente a la calle, ya que hasta el 20 de septiembre sólo podrán conducir en días alternos, en función de los números pares o impares de las matrículas.
Este imperativo legal eliminará de un plumazo más de millón y medio de coches de las abarrotadas calles de Pekín, y con ellos buena parte de las emisiones, que han traído en jaque a la organización de los Juegos desde su concesión y que ha sido y sigue siendo uno de los aspectos más criticados de Pekín.
Esta medida la probó Pekín en 2006, con excelentes resultados, dijeron las autoridades, durante la cumbre China-África que se celebró en la capital.
Así que el lunes 21, los dueños de automóviles con matrículas pares deberán dejar el coche en el garaje, pero a cambio dispondrán de tres modernas nuevas líneas de metro que, añadidas a las cinco existentes, facilitarán notablemente sus desplazamientos.
Con todo, dos de estas líneas están pensadas fundamentalmente para los Juegos Olímpicos, ya que una conduce directamente al "Olympic Green", donde se encuentran las principales instalaciones, y otra sirve para unir el aeropuerto con el centro de la ciudad.
En su afán por potenciar el transporte público y disminuir las emisiones, Pekín pondrá en funcionamiento el domingo 34 nuevas líneas de autobús, por las que circularán 1.500 autocares.
Pero no se trata sólo de reducir el caótico tráfico urbano, sino también de ordenarlo, por lo que el lunes entrarán en servicio los carriles olímpicos, perfectamente demarcados en las principales arterias de la ciudad con unos aros olímpicos sobre un cuadrado blanco sobre el asfalto.
Hace dos semanas Pekín sacó una normativa que obliga a los conductores que sufran un accidente leve a dirimir sus cuitas con sus automóviles retirados en el arcén para no entorpecer el tráfico.
De no hacerlo así se exponen a que las autoridades se enteren gracias al servicio telefónico que entrará en vigor el día 20, el cual servirá para informar hasta en ocho idiomas de asuntos relacionados con el tráfico.
También desde el lunes y hasta el 20 de septiembre se paralizarán todas las obras de la ciudad, lo que reducirá el polvo que generan en el ambiente y de paso animará a muchos trabajadores inmigrantes a abandonar temporalmente la capital con destino a sus pueblos natales, lo que Pekín ve con buenos ojos.
Aunque algunas de las empresas más contaminantes de la ciudad ya han reducido o detenido su actividad, su número se verá incrementado desde el próximo lunes.
Según afirmó a principios de semana Zheng Jiang, subdirector del Buró de Protección Medioambiental de Pekín, 150 compañías (petroquímicas, acerías, cementeras y fundiciones fundamentalmente) están preparadas para disminuir su producción a la mínima expresión para no perjudicar con sus emisiones a los Juegos Olímpicos.
Son medidas todas ellas que tratan de limpiar el aire de Pekín, del que el informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente dijo a finales del año pasado que era "una preocupación legítima para los atletas".
Pero el día 20 Pekín también añadirá nuevas medidas de seguridad a una lista ya de por sí extensa que está alterando considerablemente la rutina los habitantes y residentes en Pekín.
A partir del domingo, cualquier persona que entre en el aeropuerto, aunque vaya simplemente a recoger a un pariente, será cacheada y sometida al escrutinio de detectores de metales y máquinas de rayos X.
Desde ese mismo día está prohibido volar en parapente o en globo aerostático, como lo está usar aparatos de aeromodelismo, tal es el miedo que tiene Pekín a los ataques terroristas o a que se usen este tipo de aparatos para difundir eslóganes contrarios a los intereses chinos.
Estas medidas se unen a los controles rutinarios en las 93 paradas de metro, a la obligación de los recién llegados de registrarse en 24 horas en la policía, al aumento de agentes en las calles o la no renovación de visados de una buena parte de los extranjeros que viven en Pekín hasta después del evento.
Pekín, desde su particular manera de hacer las cosas, quiere unos Juegos Olímpicos perfectos, los mejores de la historia, que sirvan para presentarse al mundo y situarse como cree que merece en el espacio internacional, y en ello mucho tendrá que decir lo que salga del famoso 20 de julio. EFE