París Saint Germain, el nuevo rico del fútbol europeo gracias a la obsesión de Nasser

El club de la capital francesa es el nuevo rico del fútbol de Europa. Gana todo en su país y ahora va por la Champions League. La clave está en los inmensos aportes económicos que llegan desde Qatar. También, en un presidente capaz de cumplir todos sus caprichos.

La escena parece lejana, pero resulta también un retrato en tiempo presente. En aquel diciembre de 2010, en Zurich, Joseph Blatter leyó las cinco letras del asombro: Qatar. Entonces, justo después, el emir del país que acababa de ser elegido como organizador del Mundial de 2022, el jeque Hamad bin Khalifa Al-Than, lo dijo: "Agradezco que crean en nosotros. En este cambio". Su nombre resulta lejano en Occidente. El mundo supo sobre él en 1995, cuando derrocó a su padre para convertirse en la máxima autoridad local. También se hizo conocido por haber proporcionado una sede y haber financiado a la enorme cadena de televisión Al-Jazeera. Por aquello, fue criticado por el gobierno de los Estados Unidos a causa de "tomar partido" en la Guerra en Irak y en la Intifada Palestina. Curiosamente o no tanto, el jeque Hamad es un aliado leal de los Estados Unidos en Medio Oriente y este pequeño emirato es la sede principal de los campus de universidades estadounidenses en la región. Parece capaz de abrazarse con todos, según la circunstancia.

Qatar se independizó del Reino Unido hace casi nada: en 1971. Es un país tan joven que parece mentira que ya organice un Mundial de mayores. También en Estados Unidos, en el contexto del escándalo de corrupción en la FIFA, se investiga la presunta compra de voluntades para lograr que este territorio de mayoría musulmana sea sede de la más deseada y onerosa de las citas deportivas.

Desde que los británicos abandonaron este espacio de apenas 11.586 kilómetros cuadrados, en pleno Golfo Pérsico, el país no paró de crecer al amparo de los millones que generan el petróleo y el gas natural que brotan de sus entrañas: en su infraestructura, en su economía, en su población (en 1986, por ejemplo, vivían poco más de 350.000 personas; hoy lo habitan poco más de dos millones), en su capacidad para mostrarse al mundo desde la breve península. Hoy cuenta con el mayor ingreso per cápita del mundo, cómodamente delante de Luxemburgo, Singapur, Brunei y Noruega. Con una particularidad: menos de un cuarto de la población nació bajo ese calor qatarí que no sabe de inviernos. Los demás son extranjeros dispuestos para los negocios o contratados para prestar servicios y/o desarrollar las actividades que los qataríes eligen no realizar (las más arduas, claro, como la construcción de estadios que ya acumula más de 1.500 muertos de cara a un Mundial para el que faltan casi siete años). Sucede además que los locales cuentan con un beneficio que les permite vivir en situación de ocio: el Estado, a cambio de nada, les paga un mínimo de 5.800 dólares en concepto de subvención. 

Ese país aparentemente módico tiene otra manera de mostrarse al mundo: con el impacto de sus enormes inversiones en el deporte, sobre todo en el fútbol. En esa búsqueda, en París encontraron la perfecta luz para que los ilumine: el París Saint Germain, el nuevo rico, el nuevo gigante del fútbol europeo. Desde la irrupción de Qatar Investment Authority, en 2011, el PSG no paró de acaparar la atención, de ganar todo puertas adentro de Francia y de ser protagonista relevante de la Champions League, la obsesión de Nasser Ghanim Al-Khelaïfi, el presidente de la corporación y dueño del 70 por ciento del club de la capital francesa. Desde entonces, el equipo ganó nueve títulos (tres Ligas, una Copa de Francia, dos Copas de la Liga y tres Supercopas) y es vedette en cada mercado de pases.

Pero Nasser parece no estar conforme: quiere más todo el tiempo. Sirve un detalle para contarlo: en 2014, el PSG estaba ofreciendo su fútbol en China. En el Estadio de los Trabajadores de Beijing, ganó un nuevo título en su mágico recorrido reciente: obtuvo la Supercopa de Francia frente al Guingamp. Nasser sonreía, pero en simultáneo estaba obsesionado en contratar a Angel Di María. Le asombraba su habilidad en velocidad. Había quedado deslumbrado por el extremo que entonces jugaba en el Real Madrid. Preguntó por él, ofreció millones sin inhibirse en la cifra. No pudo ser. Esa vez, el Manchester United le ganó de mano. Pero hubo revancha: en el último mercado de pases, y más allá de que el rosarino no tuvo una destacada temporada en la Premier League, Nasser pagó 63 millones de euros y Di María se convirtió en el Angel de París. Así, el magnate también lo transformó en el futbolista que más dinero movió en transferencias en la historia de este deporte. Un dato añadido que nada tiene de casual: el argentino superó por seis millones a Zlatan Ibrahimovic, otra estrella en la constelación de Nasser. Más: la dupla central más cara de todos los tiempos es la que componen los brasileños Thiago Silva y David Luiz bajo el cielo del Parque de los Príncipes, donde el PSG se muestra ante su gente. Entre los dos batieron la barrera de los 100 millones de euros.

El inquieto Nasser -nacido en Doha hace 41 años- es el primer extranjero en ocupar el cargo de máxima autoridad del PSG. Jugó al tenis durante buena parte de su vida: representó a Qatar en la Copa Davis durante una década, entre 1992 y 2002. Su mejor puesto en el ranking ATP fue el 995. Hoy sigue ligado a ese deporte: es el presidente de la Qatar Tennis Federation (QTF) y el vice de la Federación Asiática. Y también está vinculado al negocio de los medios: preside la cadena de televisión beIN Sports, filial de Al Jazeera. Pero ahora -cuentan- su berretín favorito es el equipo francés que tantas alegrías le da: la pasada temporada ganó los cuatro títulos locales (todos los posibles) y se metió en el top 8 de la Champions League; en la actual campaña también arrancó con paso implacable y ya ganó la Supercopa de Francia (frente al Lyon, en Canadá) y lidera la Ligue 1. A Nasser le gusta mostrarse con sus jugadores, elogiarlos en público. Por momentos parece un niño frente a su juguete favorito. Pero el Pastore que ofrece pases únicos y el Ibrahimovic que hace goles de cualquier lado no son creaciones de una computadora. Son ellos, los de verdad. Los muchachos de Nasser.

Con tantas figuras y tanta inversión, el PSG apunta -casi con obsesión- a un horizonte que considera posible: obtener la Champions League e instalarse en el mundo como uno de los nuevos gigantes. El año pasado, se frenó en los cuartos de final: tras eliminar al Chelsea, chocó y perdió contra el Barcelona, luego campeón. Messi y sus socios perfectos fueron demasiado. Esta temporada quiere revancha y arrancó con todo: venció al Malmoe y al Shakhtar Donetsk, Convirtió cinco tantos, jugó bien, no recibió goles. Ahora vendrán dos citas para demostrar los alcances de su poderío: enfrentará en ambas al Real Madrid. La historia cuenta que para los clubes franceses resulta una competición casi imposible: en 59 ediciones disputadas, sólo el Olympique de Marsella consiguió coronarse. Los parisinos, ahora, dicen que tienen una fórmula para dar el golpe: esos millones que llegan desde el Golfo Pérsico.

Fuente: clarin.com