¿Profesionalismo de los árbitros?
Sin ningún tapujo, el árbitro Roddy Zambrano ha manifestado que “estamos en un bache, el arbitraje no está bien a nivel nacional” y, justifica sus palabras, señalando que la situación se refiere a que los árbitros no son profesionales a tiempo completo pues, al momento, para que ellos y sus familias puedan subsistir, tienen que trabajar, además, en otro tipo de actividades. Expresa igualmente, que ellos “al igual que los futbolistas, tienen malas tardes o un mal partido”. Y, señala también que, “nosotros creemos que se puede mejorar, si le dedicamos más tiempo”. Personalmente, considero que esa es una gran verdad del referí ecuatoriano pues, todos conocemos lo que significa el recibir un pago si actúa en algún cotejo. ¿Y si no sale sorteado, cómo va a ganar el sustento diario de su familia? Inquietud que los dirigentes deberían contestar.
Aparecen estas palabras en el medio público, por la serie de reclamos de algunos dirigentes, técnicos, jugadores e hinchas que, en la mayoría de casos, no son reales pero, eso sí, sirven para justificar sus propias incapacidades. Parece que esta situación se repite durante los torneos anuales, en casi todas las categorías pues, siempre me acuerdo lo que decían mis antepasados cuando señalaban que, “desde que se inventaron las excusas nadie queda mal”. Y eso, es una realidad que la hemos escuchado siempre, porque pocos buenos dirigentes, técnicos, jugadores e hinchas, reconocen que se perdió un partido porque “se jugó mal o porque el contrario fue mejor”.
En otras palabras, nadie estará de acuerdo con lo que ocurre en un partido de fútbol, ya que, siempre se trata de justificar lo injustificable, pues todo se hace de acuerdo a los intereses personales. Así actúan los seres humanos en su generalidad, por lo tanto, creo que eso no debe llamarnos la atención en absoluto. Por esa razón, voy a tratar de analizar las palabras que reflejan una realidad anotada por el señor Zambrano y, tratar de entregar algunas ideas y opiniones, para que esa actividad tan sacrificada, pueda mejorar.
Uno de los problemas que tiene el arbitraje nacional es que su organismo depende directamente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, con lo que, no existe una independencia total en su manejo técnico, como se podría esperar. Debería ser el organismo arbitral aquel que señale los emolumentos de las ternas arbitrales y, de esa manera, poder tener dinero para mejorar todo. ¿Lo permitirá la FEF?, una difícil respuesta, ¿verdad? Nadie puede quitar el gusto por algún equipo de fútbol a ningún ser humano y, los árbitros son seres humanos. Pero, el profesionalismo de una persona, es la que evita que ese gusto o inclinación, sea disminuido durante el cotejo al máximo. Por eso, el árbitro de fútbol, tiene primero la necesidad de estar seguro que el sustento de su familia ya está cubierto y, de esa manera, no puede ser “tentado por nadie” a cometer algún acto ilegal.
De igual manera, al igual que otras profesiones, el árbitro de fútbol, debe tener un sueldo fijo, que le permita cubrir sus gastos más elementales –eso podría pagar el organismo arbitral, si podrían colocar tarifas profesionales- y, como es lógico, cada vez que es requerido para cumplir con su labor en alguna cancha del país, deberá recibir gastos de viaje, movilización, estadía en un buen hotel y, alimentación. De esa manera, el juez de fútbol conoce que tiene que administrar su dinero en buena forma, ya que, esa es la única manera de que se encuentre tranquilo en todo momento y se dedique, por el contrario, a perfeccionarse como cualquier otro profesional; y, de esa manera, alcanzar lo más cercano a la perfección, en la sanción en el campo de juego –labor arbitral-, utilizando las 17 reglas de este maravilloso deporte.
Y, además, educar a los dirigentes, jugadores, cuerpos técnicos e hinchas –si fuera posible- en el conocimiento de la reglamentación de este juego de multitudes, para que cuando reclamen por alguna jugada que pudo afectar a su equipo en cualquier cotejo, tenga fundamento, y no, solo sirva para figurar y para justificar –como lo dije ya anteriormente- su propia incapacidad. Por último, como siempre, recuerden mis apreciados lectores, que lo que acaban de leer, no es sino mi opinión personal.
Por: Jorge García Romo