Federer tuvo un lado oscuro que cambió por el amor a Mirka

Aunque en la actualidad disfrutamos de un Roger Federer casi perfecto en sus maneras, muy elegante con todo el mundo, profesional y educado en pista y muy entregado a sus fans fuera de ella, no siempre fue así, tuvo mal carácter pero supo madurar.

En el libro 'Years of Glory', de Marco Keller y Simon Graf, el suizo se define en sus inicios como "un salvaje". Roger se avergonzaba de sí mismo por sus actuaciones y la manera en la que se enfadaba si las cosas no le salían bien. "En Roma, en 2001, jugué un partido contra Marat Safin y cada uno se portaba peor que el otro. Tras el final del segundo set, en las pantallas del estadio mostraron cómo nos enfadábamos durante el partido. Primero él, luego yo, luego él y de nuevo yo. Mientras veía aquello, me sentí profundamente avergonzado", cuenta el de Basilea.

Federer llega a admitir que faltó al respeto al español Sergi Bruguera. "Nos enfrentábamos y él había caído la semana anterior en Casablanca por un doble 6-0 ante Sebastian Grosjean. Recuerdo que entré a la cancha sin el más mínimo atisbo de respeto por él. No respetaba a Bruguera. Pensé que le iba a derrotar fácilmente y acabé perdiendo 6-1 y 6-1. Era un campeón de Roland Garros y lo subestimé. Entré en pánico y no sabía qué hacer y encima ese partido lo estaban retransmitiendo en Eurosport", reconoce.

Roger admite en el libro que le gustaba armar lío durante los entrenos en Ecublens, junto al resto de tenistas suizos de su generación. "No lo buscaba, pero cuando pasaba estaba contento. El entrenador me echaba y me decía que no quería verme más y yo pensaba: '¡Perfecto!', así podía irme a la ducha y coger el bus hacia mi casa", afirma un Federer que llegó a recibir incluso una multa por 'tankear' (o no dar todo) durante un partido en el año 1998. "Pasé de jugar en Basilea ante 10.000 personas a hacerlo en gradas vacías en torneos Satélite".

Enfados en pista, faltas de respeto por el rival, multas por no jugar al 100%... Parece una quimera, pero no lo es. Federer se comportaba así y así era su carácter. Pero un día, todas esas ganas por cambiar su rebeldía se hace realidad. Roger conoce a Mirka Vavrinek en los Juegos Olímpicos de Sydney y ese lado oscuro del suizo desaparece. ¿Cómo no iba a cambiar un hombre si no es por amor? "Nuestra relación enseguida se convirtió en algo serio. Gracias a ella, maduré", reconoce Roger.

"Siempre supe que tenía talento pero jamás pensé que podía lograr todo esto", afirma Federer en el libro.

Federer le faltó el respeto a un rival, se iba enseguida de los partidos, tiraba juegos y era multado. ¿Se imaginan qué hubiera sido de Federer si no conoce a Mirka?. Federer tenía 19 años cuando dio el paso para madurar.

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Fuente: puntodebreak.com