Aucas, cuando el corazón ha dejado de latir

Enviado por robert el Dom, 18/06/2017 - 17:45

Como extrañamos, de verdad, las épocas brillantes del equipo más querido de Quito, donde los jugadores salían del campo, heridos, lesionados, extenuados, con la lengua afuera, con roturas de cabeza, después de haber corrido a  200 kilómetros por hora y un corazón a punto de explotar, pero con la satisfacción de haber entregado todo en la cancha. Y casi siempre victoriosos.

 

La derrota  5-0 en el “Baltazar Guevara” de Santa Ana-Manabí ante el inofensivo Colón FC dejó entrever los graves problemas de funcionamiento en el arco, defensa, medio campo y delantera, por la complejidad técnica que mostró a lo largo de los 93 minutos, donde todos mostraron confusión, nervio y un ataque flácido, sin ideas, con una pobreza táctica que abruma y provoca lágrimas.

 

Pero además, los cuatro tantos del temible Cristhian Márquez fue la demostración más palpable de la impavidez de los centrales Viveros y Acosta que fueron “enterrados técnicamente” por un jugador inteligente y certero que les dio una lección de capacidad ofensiva.

 

Pero aparte de la endeble conformación del equipo (macabro regalo del perdedor colombiano de apellido Osma DT vivo y convincente en su forma de manipular a los dirigentes), en ese sábado de pesadilla, nadie lideró, nadie pensó, todos eludían responsabilidades cuando la mano les vino cambiada, es decir, se escondieron en la cancha, trabajando en forma permanente la zancadilla en contra, que se convirtió en el dolor mental de todos sus seguidores que pedían a gritos que esta alucinación de paso al sentimiento de rechazo e indignación al mirar con impotencia como el equipo del corazón caliente era humillado por un modesto equipo local que aparte, se jugó el mejor partido de su vida.

 

Lo que si queda claro es que no hay esperanza para mejorar el nivel de juego, porque no tiene jugadores que saquen la cara por la divisa y le pongan el pecho a las balas. Todo es modestia y desesperación. Abundan los “pecho frío”. Y eso en un equipo es mortal. ¿Se acabó la magia del gol y la lucha permanente antes de terminar la primera etapa?. Es decir, Aucas dio todo de sí en los 10 cotejos conducidos por Osvaldo Tempesta? Al parecer sí, porque en los últimos tres cotejos perdió dos y empató uno. De los nueve puntos en disputa ganó solamente uno.

 

Ante el modesto Colón el rendimiento del equipo más querido de Quito fue desastroso y la goleada llegó como producto de los errores individuales, cuando el nervio carcomió la frágil mente de sus pobres actores.

 

El tema siempre es el mismo. Cuando viene la catástrofe, todos son víctimas de la fiebre colectiva y la incapacidad táctica. No hay jugadores que inventen, que dobleguen al rival, que marquen la diferencia, por lo que es indispensable buscar alternativas, sin insultar al toque y a la inspiración de antes. Los refuerzos deben anunciarse ya. La reingeniería debe castigar a los que cobran los sueldos sin devengarlos en la cancha. Aucas no es una casa de beneficencia ni un manso reducto de mediocres.

 

Es hora de volar cabezas, ya hemos visto fútbol por muchos años y  creemos que es el momento para tomar con fuerza al indomable“chúcaro”, así resulten heridos muchos que tenían proyectos diferentes con el equipo.

 

Es el momento para reconocer errores y enmendarlos. Es hora de rearmar un plan serio, donde la reflexión se convierta en la solución del momento en base al proyecto de corazón abierto llamado reivindicación.

 

Es hora de sincerar temperamentos, es hora de analizar conductas estratégicas, es el momento oportuno para agradecer servicios a quienes no han llenado las expectativas de la hinchada, que en gran número, con gritos destemplados y muchos de ellos perversos, reclama justicia, reclama entrega, pide calidad y principalmente, cariño a la camiseta.

 

Lo realmente trascendente será volver  poco a poco a las antiguas emociones, al “hambre de triunfos”, al sacrificio, a la vocación, al esfuerzo irrestricto, con un DT que  no arrugue, que sea agresivo en los momentos claves, que utilice el método de análisis para que el equipo prevalezca, ajeno a la fe ganadora que debe tener en el 2017.

 

Cuándo un equipo marca, juega, sabe ir al ataque, tiene su cuota de grandeza, de entrega,  con jugadores en permanente evolución, que exponen siempre una sorpresa desconcertante, que hablan, se ubican bien, implicando todo ello un estilo, una convicción, una manera de sentir el fútbol, en definitiva una marca registrada, se convertirá en el “Idolo” de siempre, recobrando una tradición de grande y ganador.

 

Todos dudan de la evolución técnica y táctica que en la competencia puede presentar el equipo ídolo del pueblo por la débil conformación de mentes y jugadores. Esa es una herencia demoníaca creada y sustentada por un colombiano mediocre y farsante que no tuvo la capacidad para armar un equipo de hombres, de corazones invencibles, de guerreros que ganen batallas así no tengan los escudos para soportar los cañonazos de los rivales.

 

Cuando un equipo que está metido en el corazón de su hinchada, busca un equilibrio emocional a través del toque rápido y desconcertante, crece la idolatría  y el amor por la divisa, aquella que se vuelve parte de una sociedad que aplaude y rechaza, que sonríe y llora.

 

Aquel postulado de gustar, ganar y golear fue solo un bálsamo para aplacar la ansiedad e insatisfacción de todos al iniciar el proyecto 2017.Ahí empezó el calvario el mismo que ha tenido estaciones de sufrimiento y dolor.

 

En tiempos pasados y mejores, la fuerza y coraje del insigne Mamerto Romero, era la inspiración de todos; los nacionales se “mataban “en el campo y los extranjeros se ganaban el puesto sin discusión, porque eran el aporte verdadero de un equipo solvente y protagonista.

 

Entonces, aquella pintura descriptiva volcada a la conmovedora sensación que genera el cemento hecho bandera y el grito hecho canto, facilitó la conformidad de jugadores y cuerpo técnico que hasta el momento han conocido el sabor amargo de las derrotas a veces con humillación y en otras con vergüenza.

 

Por estas consideraciones, reiteramos una vez más que la fuerza inexpugnable es la actitud que pueden tener los jugadores, exponiendo su fibra combativa cuando lo demás no alcanza.

 

El Aucas, hiere sentimientos cuando pierde, es un monstruo grande y pisa fuerte, que a veces provoca histeria y desazón, con banderas enrolladas y cabezas gachas. Y volverá el próximo examen, aunque no encuentre el espejo adentro. Y seguirá siendo el protagonista de la misma historia, hoy, mañana y tal vez siempre.

 

El fútbol del expetrolero, que se cura con puntos, ante el eficiente y buen equipo, Olmedo en el “Fortín del Sur”, el próximo domingo, debe tener ese mix de brillantez y eficiencia, debe armar movimientos para generar espacios y oportunidades, que deben ser concluidas.

 

Es decir Aucas debe mostrar su consolidación colectiva, alimentada con la entrega total de sus jugadores, eso que en el fútbol se llama solidaridad. ¡Si no tienen eso, mejor no vayan al estadio!

 

Por: Gonzalo Melo Ruíz