Aucas, sin drama ni lágrimas, solo la verdad

Enviado por andres el Mar, 22/04/2014 - 11:23

Como extrañamos, de verdad, las épocas brillantes del equipo más querido de Quito, donde los jugadores salían del campo, heridos, lesionados, extenuados, pero con la satisfacción de haber entregado todo en la cancha.

 

La derrota en Manta 2- 0 ante el modesto Delfín, fue la gota que derramó el vaso de la paciencia, convirtiéndose en el estallido de una bomba que está punto de explotar.

 

Cómo no recordar la heroicidad del “Loquito” Lozano que roto la clavícula, se “acomodó bien”, terminó la disputa y solo ahí permitió que lo llevan al hospital. Fue en el arco sur del querido estadio de “El Ejido”, con olor a “Chulla Pérez”, junto al rico cariucho del día.

 

Este es un ejemplo, de los mil que podemos recordar, con aquellos varones que lloraban cuando perdían, que se mordían la lengua de la rabia. Perder, era poco menos que un delito, la hinchada, como hoy les aborrecía, cuando no se entregaban, cuando sentían que sus ídolos en esa mañana tenían el “pecho frío”.

 

No es hora de volar cabezas, ya hemos visto fútbol por muchos años y no creemos que es el momento para hacer leña del árbol caído. Más bien es el momento para reconocer errores y enmendarlos. Es hora de trazar un plan serio, donde no existan intermediarios y hablar la verdad, por muy dolorosa que este sea, desenmascarar a quienes se llevaron el dinero, exportando paquetes sin olor ni sabor.

 

Es hora de sincerar temperamentos, es hora de analizar conductas estratégicas, es el momento oportuno para agradecer servicios a quienes no han llenado las expectativas de la hinchada, que en gran número, con gritos destemplados y muchos de ellos perversos, reclama justicia, reclama entrega, pide calidad y principalmente, cariño a la camiseta.

 

Lo realmente trascendente será volver  poco a poco a las antiguas emociones, al “hambre de triunfos”, al sacrificio, a la vocación, al esfuerzo irrestricto, con un DT que  no arrugue, que sea agresivo en los momentos claves, que utilice el método de análisis para que el equipo prevalezca, ajeno a la fe ganadora que debe tener en el 2014.

 

Cuándo un equipo marca, juega, sabe ir al ataque, tiene su cuota de grandeza, de entrega,  con jugadores en permanente evolución, que exponen siempre una sorpresa desconcertante, que hablan, se ubican bien, implicando todo ello un estilo, una convicción, una manera de sentir el fútbol, en definitiva una marca registrada, ¿Quién podría dudar de la evolución técnica y táctica que en la competencia puede patentar el equipo ídolo del pueblo?

 

Cuando un equipo que está metido en el corazón de su hinchada, busca un equilibrio emocional a través del toque rápido y desconcertante, crece la idolatría  y el amor por la divisa, aquella que se vuelve parte de una sociedad que aplaude y rechaza, que sonríe y llora.

 

Sin líder, ni opción al talento de sus luchadores, las tristes pérdidas se han registrado en el medio sector. En Aucas,  todos enmudecen, a veces evaden responsabilidades, se esconden, cuando más se necesita de los atrevidos y solventes.

 

Las inversiones realizadas hasta el momento no han dado frutos. Parece que los dólares fueron lanzados al aire, con la inocencia propia de los corazones nobles y ardientes. Y muchos creyeron que Aucas era el equipo del 2014. ¡Qué equivocados están! Aquel postulado de gustar, ganar y golear fue solo un bálsamo para aplacar la ansiedad e insatisfacción de todos.

 

En tiempos pasados y mejores, la inspiración y coraje del eterno Carlos Ernesto Berrueta, era la inspiración de todos, los nacionales se “mataban “en el campo y los extranjeros se ganaban el puesto sin discusión, porque eran el aporte verdadero de un equipo solvente y protagonista.

 

Entonces, aquella pintura descriptiva volcada a la conmovedora sensación que genera el cemento hecho bandera y el grito hecho canto facilitó la conformidad de jugadores y cuerpo técnico  que solo al final se abrazaban en la cancha.

 

Ahí nació la idolatría, con el compromiso de todos. Con la lengua afuera, en un camerino que guardaba secretos íntimos, se prendía la luz de la extenuación que alumbraba semana a semana las mentes de los guerreros indomables.

 

Por estas consideraciones, reiteramos una vez más que la fuerza inexpugnable es la hinchada, la cancha, los colores y ese sentimiento que explota y hace fuerza cuando lo demás no alcanza.

 

El Aucas no es de nadie en particular. Es un monstruo grande y pisa fuerte, que a veces provoca histeria y desazón, con banderas enrolladas y cabezas gachas. Y volverá el próximo examen, aunque no encuentre el espejo adentro, y seguirá siendo el protagonista de la misma historia, hoy, mañana y tal vez siempre.

 

Por el momento  es importante subrayar el mal momento, el nervio interno y la deplorable conducta de muchos jugadores. La sorpresa de la renovación está moviendo los cimientos más profundos de una institución que es ingobernable, que sorprendió por su nómina, totalmente futurista, que se viene caracterizando por la irregularidad, no solo en el campo táctico-técnico, sino lo que es peor, en la desidia de muchos y pereza de los foráneos.

 

Por el momento los escaladores de mallas, detractores recalcitrantes, mantienen el gatillo caliente, como esperando la tercera derrota en seguidilla, para accionarlo y provocar el caos mental y físico en un grupo de muchachos que están madurando, aún a costa de suplicios permanentes, especialmente cuando son los dueños del ex fortín del sur.

 

Entonces, si el análisis es maduro, quitándose la máscara de la hipocresía, direccionando el propósito hacia fortalezas reales, sin los nefastos intermediarios, solo ahí se podrá respirar un aire puro, no contaminado, sin olores nauseabundos, ni cálculos curvos, los que casi siempre impactan en la gente más pobre, aquella que sacrifica su comida, por extender la mano al equipo más querido de Quito. ¡Que dios los ilumine, que la reflexión sea sabia y honesta!

 

Por: Gonzalo Melo Ruíz